27 de abril de 2024

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El custodio del Archivo Vaticano desvela sus secretos antes de su jubilación

ROMA. – El inaccesible obispo Sergio Pagano se jubila tras casi 30 años como prefecto del que se llamó «Archivo Secreto Vaticano» y, tras haber estudiado hasta el último de los documentos depositados en sus 86 kilómetros de estanterías, el custodio desvela ahora sus secretos en un libro entrevista.

«Monseñor Pagano no es el prefecto del Archivo Secreto Vaticano, es el Archivo Secreto del Vaticano»: esta frase atribuida a Jorge María Mejía, cardenal argentino archivero y bibliotecario fallecido en 2014, muestra el conocimiento acumulado por el obispo italiano durante los más de 50 años que ha pasado recorriendo sus pasillos.

En el libro «Secretum» de Massimo Franco, experto del Vaticano del ‘Corriere della Sera’, Pagano elabora una reelectura de algunos pasajes históricos fundamentales del Archivo pontificio, desde su nacimiento en 1612 al asalto de las tropas de Napoleón, que se llevaron los documentos a París en 1810 y sólo una parte regresó, para llegar al pontificado lleno de sombras de Pio XII (1939-1958).

Pagano explica que el ‘búnker’, como se le denomina por estar situado a diez metros por debajo el imponente patio vaticano de la Piña, que recorren los millones de turistas que visitan los Museos Vaticanos, está lejos de cualquier secretismo.

«De hecho, se puede decir irónicamente que los Archivos Vaticanos son de los más abiertos, porque no tienen informaciones confidenciales excepto para algunos asuntos que conciernen a datos personales sensibles, como los casos matrimoniales o la elección de obispos o cónclaves», asegura.

Para evitar misticismos, el papa Francisco decidió en 2019 cambiar la palabra ‘secreto’ -que en latín significa privado- a un más cercano ‘archivo apostólico’ que lo apartase de las teorías de libros de espías.

Pagano fue el encargado por petición de Juan Pablo II en 1979 de estudiar los documentos del proceso de Galileo Galilei para preparar su rehabilitación tras el injusto proceso.

«Cuando leí su firma al final de sus interrogatorios… Esa breve firma autógrafa del científico me hizo sentir pena por él. Casi como si hubiera escrito: llegado al punto al que he llegado, sólo me queda doblegarme. Me imaginé el espíritu con el que Galileo firmó esos papeles y también me parece que su espíritu fue traicionado por una letra un poco temblorosa», explica Pagano.

Vagando por las estanterías repletas de millones de documentos, también estudió un expediente deliberadamente olvidado durante décadas: la existencia de una red de espías a los que había dado su beneplácito Pio X y que Pagano no tuvo problemas en desempolvar, a pesar de que «había sido comprado por el Vaticano para no caer en manos hostiles», explica el libro de Franco.

Entre los documentos que han pasado por sus manos, Pagano también se refiere el informe sobre la muerte de Benedicto XV y en el que se explica que al revisar sus pertenencias «la sorpresa fue que, al parecer, el cardenal camarlengo tuvo que cerciorarse de que la caja fuerte estaba vacía. Literalmente vacía. No había en ella ni una hoja de papel, un billete, una moneda».

El Vaticano estaba financieramente en apuros y no se podía ni celebrar el cónclave para elegir al sucesor de Benedicto XV: en el Archivo figuran los telegramas enviados por el cardenal Secretario de Estado, Pietro Gasparri, pidiendo a los cardenales estadounidenses «que traigan dinero para grandes gastos». Se consiguieron «210.400 dólares y 9 céntimos», explica.

Tras la apertura de los archivos relativos a Pio XII, las investigaciones se enfocaron en el silencio del pontífice ante los crímenes nazistas.

«El papa conocía ya en 1941 la persecución de Hitler contra los judíos: personas inocentes tratadas con especial crueldad y violencia genocida», explica Pagano tras descubrirse la carta fechada el 14 de diciembre de 1942, enviada por el jesuita alemán Lothar König a Robert Leiber, secretario personal de Pío XII.

«Pero también sabía, por el propio König, el jesuita que informó al Vaticano, que era necesario guardar silencio, para proteger las fuentes procedentes del seno de la resistencia alemana contra Hitler, so pena de poner en peligro la vida de los informantes y de la propia Iglesia alemana que habría estado implicada en la represalia nazi», considera Pagano.

Hasta ahora, los secretos del pontificado de Pio XII han sido los últimos en conocerse y, a la espera de que salgan a la luz los documentos sobre los siguientes papas, Pagano no espera más sorpresas, pues asegura que del Archivo se sabe ya todo.