El regreso de Donald Trump a la Casa Blanca abre un nuevo e incierto capítulo en la guerra de Ucrania, un conflicto al que el republicano promete poner fin en solo 24 horas, aunque Kiev teme que su solución pase por la anexión a Rusia del territorio ucraniano ocupado.
La incertidumbre aumentar tras la decisión estadounidense de autorizar a Ucrania el uso de los misiles ATACMS (300 kilómetros de alcance) en suelo ruso, decisión de la que ha informado la prensa de Estados Unidos.
Según algunos medios, la utilización de estos misiles se circunscribiría a la región rusa de Kursk, parcialmente ocupada por los ucranianos y donde, según la inteligencia militar occidental, participan del lado ruso soldados norcoreanos.
Trump y su relación con Ucrania y Rusia
Sabiendo lo que está en juego, el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, fue uno de los primeros líderes que felicitó por su victoria a Trump, con quien tuvo una llamada telefónica en la que también participó Elon Musk, que ha apoyado a Ucrania con su red de satélites de internet Starlink.
Por su parte, el mandatario ruso, Vladímir Putin, congratuló en público al republicano, al que calificó de “valiente” por su reacción al intento de asesinato que sufrió en julio, y se mostró “dispuesto” a mantener contactos con él sobre el conflicto en Ucrania.
Pero el Kremlin desmintió una información del diario The Washington Post según la cual ambos habrían hablado ya por teléfono.
Lo cierto es que Trump ha expresado en el pasado su admiración por el presidente ruso, mientras su relación con Zelenski ha sido más controvertida.
De hecho, en 2019, durante su primer mandato (2017-2021), Trump fue sometido a un juicio político en el Congreso estadounidense, del que resultó absuelto, por haber presionado a Zelenski para que investigara a Joe Biden y su hijo Hunter por los negocios que estos tenían en Ucrania.
¿El fin del envío de armas?
Cinco años después, el futuro de ese país puede estar en manos de Trump, quien durante la campaña electoral dijo que lograría un acuerdo con Putin y Zelenski para poner fin a la guerra en 24 horas, incluso antes de que el republicano asuma el poder el 20 de enero, aunque no ofreció más detalles al respecto.
Lo que sí se sabe es que, bajo el lema de ‘Estados Unidos primero’, Trump propone un repliegue de la presencia estadounidense en el mundo, lo que afectaría a la ayuda militar que recibe Ucrania, país al que Washingotn ha destinado 108.000 millones de dólares desde el inicio de la invasión rusa en febrero de 2022.
Y en lo que se refiere a las armas, Biden le deja como herencia a Trump la autorización a Ucrania del uso de los misiles ATACMS en territorio ruso.
El magnate neoyorquino, de hecho, ordenó a los republicanos bloquear durante varios meses la aprobación de un paquete extraordinario de 61.000 millones de dólares para Kiev que el presidente, Joe Biden, solicitó al Congreso a finales de 2023.
El Congreso acabó dando luz verde a ese presupuesto, pero uno de los senadores que votaron en contra fue Marco Rubio, nominado por Trump como futuro secretario de Estado.
¿Se avecina un giro de EE.UU. frente a Putin?
El próximo jefe de la diplomacia estadounidense condenó con vehemencia la invasión rusa cuando Putin ordenó el ataque, pero recientemente ha expresado posiciones favorables a buscar una solución negociada al conflicto.
Algunos laboratorios de ideas de Washington vinculados al trumpismo apuntan a una negociación para declarar un armisticio en la actual línea del frente de batalla, lo que en la práctica supondría la anexión a Rusia de parte del este de Ucrania.
Zelenski afirma que su país quiere la paz, pero sostiene que esta debe ser justa y rechaza cualquier tipo de cesión de territorios.
Pero cierto es que Trump tendrá mucha más influencia para arrancar concesiones a Kiev que a Moscú, dado que puede condicionar el envío de armas a Ucrania para la guerra a que Zelenski se siente a negociar con Putin.
Consciente del escepticismo de la nueva Administración de Trump, Biden ordenó a su equipo acelerar la entrega a Ucrania de todos los fondos autorizados por el Congreso que todavía no se han desembolsado.