WASHINGTON (AP) — El control del Senado estadounidense estaba en el filo de la navaja el martes, en unas elecciones en las que los republicanos tratan de conservar su mayoría contra una ola de retadores demócratas que disputan las bancas de los aliados del presidente Donald Trump en un vasto mapa político.
Los dos partidos ven posibilidades de victoria, y el resultado final podría no conocerse la misma noche de la elección.
Desde Nueva Inglaterra hasta el sur, desde el centro norte hasta las montañas, senadores republicanos defienden sus bancas en estados antes considerados casi fuera del alcance de los demócratas. El manejo de la crisis del COVID-19 por parte del gobierno, sus consecuencias económicas y el malestar generalizado son todos factores. Los demócratas han recibido montañas de dólares de millones de estadounidenses que aparentemente votan con la billetera. Los republicanos acuden a sus donantes más ricos para apuntalar a sus candidatos.
Trump y su oponente demócrata Joe Biden han recorrido estados que son cruciales para el Senado al tiempo que impulsaban sus propias campañas en el tramo final.
Tener la mayoría del Senado será crucial para el ganador de la presidencia. Los senadores confirman los nombramientos de funcionarios, incluidos los del gabinete, y pueden impulsar o frenar la agenda del gobierno. Con la actual mayoría republicana de 53 a 47, tres o cuatro bancas determinarán el control de la cámara alta, según quién gane la presidencia, porque en caso de empate el vicepresidente tiene el voto decisivo.
El actual líder de la mayoría, Mitch McConnell, quien enfrenta en su estado de Kentucky a la expiloto de combate demócrata Amy McGrath, expresó la esperanza de conservar su puesto junto a Trump, pero reconoció que el control podría pasar a los demócratas.
Los demócratas han puesto a los republicanos a la defensiva en lo más profundo del territorio de Trump.
Lo que comenzó como un ciclo desigual en el que los republicanos defendían 23 bancas y los demócratas 12 se convirtió rápidamente en un referendo sobre el presidente y su partido.
Algunos de los senadores más conocidos están peleando por sus vidas políticas.
En Carolina del Sur, el demócrata Jamie Harrison intenta derribar al republicano Lindsey Graham, uno de los aliados principales de Trump.
Los dos recorrieron el estado en el tramo final, y Graham reconoció lo reñido de la contienda después que Harrison recaudó la friolera de 100 millones de dólares para octubre, una suma inédita para ese estado.
Una de las contiendas que más ha llamado la atención es la de Maine, donde la republicana Susan Collins enfrenta a la demócrata Sara Gideon. Ésta es una de varias contiendas cuyo resultado se conocería días después si nadie supera el umbral del 50%. Collins ha buscado votos presentándose como una centrista con tendencias independientes, pero lo reñido de la contienda revela la dificultad que tienen los senadores republicanos para ganar los votos tanto de la base de Trump como de sectores moderados.
Los demócratas tienen más de una vía para ganar las tres o cuatro bancas necesarias para obtener la mayoría, y varios estrategas republicanos han reconocido discretamente que se perderán bancas en algunas contiendas cruciales.