Empresas de minería, cría de pollos y construcción de carreteras en Sudán; dos rascacielos en Emiratos Árabes Unidos; una promotora inmobiliaria en Argelia; y una firma inmobiliaria que cotiza en la bolsa de Turquía son algunos de los activos valuados en millones de dólares que controla el grupo terrorista Hamás.
Así lo expuso una investigación realizada por The New York Times que evidenció los activos millonarios del grupo terrorista, que durante años logró eludir los controles israelíes e internacionales amasando una fortuna que le permitió cometer la masacre del 7 de octubre y también construir la ciudad subterránea repleta de infraestructura terrorista en la Franja de Gaza.
La inteligencia israelí pasó años rastreando el dinero de Hamás. Sobre el papel parecían empresas no relacionadas, pero al analizar la cartera de inversiones del grupo terrorista, una y otra vez se identificaron a las mismas figuras vinculadas a Hamás como accionistas, ejecutivos y miembros del directorio.
En 2018 el grupo de investigación israelí obtuvo las pruebas necesarias. Libros de contabilidad desde 2012 a 2018 con entradas y valoraciones de empresas que los agentes israelíes habían estado monitoreando en Arabia Saudita, Sudán, Turquía y otros lugares, así como también los mismos nombres de accionistas y ejecutivos vinculados a Hamás.
Israel falló en dar prioridad absoluta a esa información y actuar en consecuencia, solicitando a Estados Unidos y principalmente a Turquía, núcleo de la red financiera de Hamás, el congelamiento de esos activos. Bajo la falsa concepción de que Hamás estaba disuadido y que su objetivo era administrar la franja de Gaza, Israel decidió concentrar sus esfuerzos en limitar todo tipo de actividad iraní entendiendo a este último como el “pez gordo” que financia a Hamás y a otros actores que abogan por la destrucción del Estado judío.
No obstante, la red financiera de Hamás es tan amplia que algunos sostienen que podría mantenerse en funcionamiento durante periodos de incertidumbre en la financiación directa desde Irán. Además, sus líderes muestran una confianza tal en la solidez de sus activos que la posible rentabilidad les proporcionaría margen de maniobra incluso luego de la guerra en Gaza.
Bajo la fachada de empresas e inversiones financieras en países amigos, Hamás logró construir durante años su infraestructura terrorista que le habilitó la comisión de las terribles atrocidades que el mundo fue testigo el 7 de octubre en Israel.
Ahora bien, la contracara del fracaso israelí de detener las actividades financieras de Hamás es la falta de rendición de cuentas de esa organización para con la población palestina a quien dice representar.
De 2014 a 2020, las agencias de la ONU gastaron casi 4,500 millones de dólares en Gaza, incluidos 600 millones de dólares solo en 2020. La tasa de desempleo en Gaza es del 47% y más del 80% de su población vive en la pobreza, según Naciones Unidas. Estos indicadores serán aún peores y alarmantes luego de la guerra. Hamás, sin embargo, tiene un presupuesto militar anual que oscila entre 100 y 350 millones de dólares, según fuentes israelíes y palestinas.
La estructura financiera que Hamás ha desarrollado para respaldar sus actividades terroristas muestra su capacidad para operar y mantenerse de manera relativamente autónoma. Desde que tomó el control opresivo de la Franja de Gaza en 2007 hasta el 2023, Hamas ha dirigido todos esos recursos hacia ataques contra Israel y el asesinato de ciudadanos israelíes, descuidando así a la población palestina. Este hecho debería ser insoportable para cualquier palestino en Gaza, Cisjordania o en la diáspora, y también sirve como una advertencia a aquellos que etiquetan a Hamas como “luchadores por la libertad”.
Ni siquiera es necesario hacer suposiciones sobre las preferencias de Hamas. Moussa Abu Marzouk, un miembro destacado de su buró político, ha declarado que el grupo terrorista que gobierna Gaza no es responsable de proteger a los civiles de la Franja. “Todo el mundo sabe que el 75% de la población en Gaza son refugiados, y es la responsabilidad de la ONU su protección¨.
Esta disonancia entre el pueblo palestino sufriendo y el establishment político y militar de Hamás disfrutando el beneficio de sus inversiones en Qatar, destinado el dinero a infraestructura terrorista y desligándose escandalosamente de todo tipo de responsabilidad, no es más que el producto final de la falta de rendición de cuentas y la impunidad con la que Hamas utiliza a los palestinos para lograr sus propios objetivos genocidas.
No se trata de negar la terrible situación humanitaria que enfrenta la población civil en Gaza, sino de hacer responsable al liderazgo palestino por sus decisiones. La comunidad internacional no puede abandonar a la población civil de Gaza, pero tampoco puede obviar la existencia de la infraestructura terrorista de Hamas y su histórico abuso y explotación de la ayuda humanitaria internacional.
Guerra, cese al fuego. Guerra, cese al fuego. Guerra, cese al fuego. Así podría resumirse la trágica historia del conflicto palestino israelí. No menos trágico es que durante el cese al fuego Hamas destinó todos sus esfuerzos económicos, políticos y militares a preparar una masacre, asesinar niños en sus casas, secuestrar civiles y violar mujeres. ¿Cómo habría cambiado la realidad si todos sus recursos financieros y su poder económico se hubieran dedicado a la creación de un estado palestino o a la mejora de las condiciones de vida del pueblo al que afirman representar? ¿Qué hubiera pasado?