(EFE).- El presidente de Perú, Francisco Sagasti, afirmó este sábado que dirige, además de un régimen de transición, un gobierno «de emergencia» ante la crisis social, política, económica y sanitaria que afronta su país.
Tras haber jurado como jefe de Estado el pasado martes, Sagasti fue reconocido este sábado como «jefe supremo» de las Fuerzas Armadas y de la Policía Nacional en una ceremonia celebrada en el patio de honor del Palacio de Gobierno de Lima.
Durante ese acto, el gobernante resaltó el aporte de las fuerzas de seguridad a la lucha contra la pandemia de la covid-19, pero también cuestionó la actuación de los agentes de la Policía que reprimieron las masivas protestas ciudadanas que la semana pasada dejaron dos muertos y decenas de heridos en Lima.
«Para nuestro gobierno de transición y, por qué no decirlo, no solo de transición, sino de emergencia en la situación tan crítica en que nos encontramos, este escenario de crisis tiene que transformarse en la oportunidad para sentar las bases del fortalecimiento de la Policía Nacional del Perú», enfatizó.
El gobernante señaló que para su gestión, que se desarrollará hasta el próximo 28 de julio, «solo la voz del pueblo, solo la gobernabilidad democrática, unida al desarrollo socioeconómico y unida al poderío bélico y militar, es lo que permite completar una doctrina de seguridad».
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Tras la agitación social desatada luego de que Martín Vizcarra fuera destituido por el Congreso el 9 de noviembre, Sagasti dijo que ahora su país afronta «una situación de calma, de tranquilidad» que permitirá que todos puedan ver el futuro «con mucho mayor detenimiento y determinación».
El gobernante reconoció, además, el «desafío adicional» que han afrontado las Fuerzas Armadas en el apoyo a la lucha contra la pandemia y la tarea que deberán cumplir durante las elecciones generales convocadas para abril próximo, que se van «a realizar en condiciones totalmente anómalas», según dijo.
Sagasti acotó que las circunstancias «exigen la colaboración y el involucramiento de toda la ciudadanía y, en particular» de las Fuerzas Armadas, para asegurar «un proceso electoral limpio, libre y que la voluntad del pueblo pueda ser escuchada sin ningún atenuante».
INVESTIGACIÓN
El mandatario, quien asumió el cargo tras la renuncia de Manuel Merino luego de las masivas protestas ciudadanas en rechazo a su gestión, reconoció que la Policía Nacional fue afectada «con especial ensañamiento» por la pandemia de la covid-19, pero también criticó «la mala actuación» de algunos de sus agentes «frente a las legítimas manifestaciones y protestas de ciudadanos».
Recordó que la represión en Lima causó el sábado pasado las muertes de los jóvenes estudiantes Inti Sotelo y Jack Pintado, y dejó varios heridos de gravedad, «lo que ha sido severamente cuestionado por la ciudadanía y por los organismos internacionales».
«Esta situación no continuará ni puede continuar más», afirmó antes de asegurar que su gobierno identificará «plenamente a los responsables» de la represión y les aplicará «el rigor que corresponde» de acuerdo a la ley peruana.
A pesar de ello, Sagasti también dejó «plenamente claro» que no se puede «generalizar ni estigmatizar a una institución que es fundamental» para el sistema democrático «y para una relación con la ciudadanía».
CIUDADANÍA Y POLÍTICA
En ese sentido, el gobernante consideró que se debe «garantizar» la integridad y efectividad de la Policía, y «recuperar» su cercanía con la población, pero dijo que eso también «demanda un compromiso de la clase política», para solucionar sus «diferencias y conflictos con la altura que merece y demanda» su país.
Concluyó que, por ese motivo, se debe evitar «a toda costa» que la actuación policial «sea un recurso utilizado como consecuencia» de la «poca capacidad de diálogo político» y de la «incapacidad» de entenderse «en paz y de buena forma».
Durante la ceremonia, Sagasti también confesó que ser reconocido como jefe supremo de las Fuerzas Armadas era «un momento muy especial» para él, porque su abuelo, Francisco Sagasti Saldaña, es un héroe peruano que peleó en la batalla de Tarapaca, durante la guerra con Chile de fines del siglo XIX.