23 de noviembre de 2024

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FRANCIA ES MUY FLOJO CON EL CASTIGO A ESOS DEMONIOS DE YIHAD

A principios de octubre, el presidente francés Emmanuel Macron dio a conocer una nueva legislación que buscaría avanzar sobre “el separatismo islámico”. Las reacciones de ese grupo no se han hecho esperar. El 16 de ese mes, un terrorista musulmán de origen checheno decapitó al profesor Samuel Paty en la localidad de Conflans Saint-Honorine, a 30 km al noroeste de París.

Menos de dos semanas pasaron para que Francia volviera a estar en el foco del accionar terrorista cuando, dentro de la basílica Notre-Dame en Niza, un islamista armado con un cuchillo asesinó a tres personas. Una de ellas fue decapitada. A la hora de cometer el acto, el tunecino de 21 años vociferó la clásica consigna yihadista, “Alla´hu Akkbar” (Alá es grande, en árabe).

En paralelo, fuerzas de seguridad abatieron a un hombre que portaba una pistola y enfrentó a 3 policías en la localidad de Aviñón. Las autoridades indicaron que el hombre buscaba elegir blancos civiles para atacarlos y, al momento de la confrontación, profirió el mismo grito al extraer el arma. El hombre murió.

Y hubo otro: fuerzas policiales detuvieron a un hombre afgano que portaba un cuchillo de grandes dimensiones en la ciudad de Lyon cuando ingresaba al metro para atacar a civiles en el transporte público. En Arabia Saudita, un guardia de seguridad del consulado francés fue acuchillado.

Los hechos desmitifican el concepto que denomina a estos asesinos como “lobos solitarios”. Francia está siendo objetivo del islamismo a gran escala. No son lobos solitarios o personas con facultades mentales alteradas, como suelen ser descritos a la prensa por paises europeos. Usar ese término es negar una realidad inocultable.

Soldados fuera de la basílica de Niza, donde tuvo lugar el ataque. Foto: REUTERS/Eric Gaillard

El terrorismo islámico declaro la guerra a Occidente hace varios años. Como respuesta, Europa, ha escogido el apaciguamiento. La mayoria de sus politicas en la materia buscan no ofender a los musulmanes ni vivir en conflicto con ellos. Esa eleccion hace que el continente hoy cuente sus muertos como lo hace desde aquel 14 de julio de 2005, cuando autobuses británicos volaron por el aire luego de que un grupo de terroristas yihadistas se inmolaran con chalecos explosivos, asesinando docenas de inocentes. Transcurridos quince años de ese incidente, los europeos chocan con una realidad que indica que no han tenido tranquilidad ni paz en su propio suelo a pesar de sus políticas multiculturales, integradoras, sociales, migratorias y humanitarias.

El presidente Macron lo comprendió tarde, aunque en su favor hay que decir que está realizando un esfuerzo para ordenar lo que denomina “separatismo”: así define a quienes niegan y desconocen la autoridad y las leyes del Estado como los principios y valores fundamentales de la República. Cuando Macron utiliza el concepto de separatismo, está hablando, aún sin poder liberarse de sus pudores culturales e históricos, del “islamismo”. La numerosa e inocultable cantidad de operaciones terroristas ejecutadas por musulmanes en suelo frances se cobró una gran cantidad de vidas de ciudadanos inocentes en los últimos 10 años. En consecuencia, Macron comprendió, aunque tarde, la necesidad de aplicar mediadas al respecto.

El presidente francés comenzó usar el término influenciado por algunos de sus asesores y en virtud del gran número de atentados ignorados con por los clérigos y las comunidades musulmanes radicadas en el país. Un “ruidoso silencio”. Sin embargo, la única medida que se conoció del plan Macron contra ese fenómeno fue la de sindicar ciertas zonas mayoritariamente musulmanas de Francia como “Zonas Urbanas Sensibles”. En ellas, el Estado está impedido de llevar la ley o controlar los niveles de delito. Allí, la Sharía (ley islámica) rige las relaciones de los habitantes y suple la ley francesa. Ese escenario configura el ejemplo perfecto y mejor acabado del fracaso no sólo de Francia, sino de Europa en general en materia de control y neutralización del terrorismo islámico.

Sin embargo, es justo decir que Macron ha mostrado voluntad por resolver el grave problema que significa el islamismo en Francia.

En su discurso del 4 de octubre, Macron declaró: “debemos atacar el separatismo islámico porque contraviene las leyes de la República y busca crear una estructura paralela e ilegal inaceptable para una sociedad moderna, organizada y libre”.

El presidente de Francia, Emmanuel Macron, hablando en una conferencia de prensa en Vilna, Lituania. 28 de septiembre, 2020. REUTERS/Ints Kalnins

Esas palabras despertaron la ira de las comunidades musulmanas francesas, pero también trascendieron a las fronteras de su país. Incluso, el presidente turco Recep Tayyip Erdogan anunció que tomará las medidas legales y diplomáticas que sean necesarias contra la revista francesa Charlie Hebdo, mostrándose agraviado por una publicación de una caricatura suya. Además, acusó a Francia de propiciar el racismo y el odio cultural, haciendo responsable a Macron por la decapitación del profesor Paty. Erdogan pronostico más hechos de ese tipo en territorio francés si es que el gobierno galo continúa propugnando “la islamofobia”.

Es claro que la línea islamista a la que el gobierno de Erdogan se ha entregado, dejando de lado los preceptos de la república laica con la que soñó Ataturk, conforma hoy la política del nuevo “Sultan” turco. Sin embargo, más claro aún es que Europa debe reconocer el actual estado de situación para aplicar politicas que resuelvan el avance criminal de una ideologia maximalista que no contempla ningún tipo de diálogo racional posible y se rige por el odio, mostrado en reiteradas oportunidades su falta de respeto por la vida, las libertades y los derechos humanos.

Europa debe actuar por medio de politicas claras y firmes, dejando de lado la ambigüedad y los falsos pudores si es que realmente desea brindar seguridad a sus ciudadanos. Si no lo hace, lo que sigue es el triunfo de la barbarie. Para tener éxito en la tarea es imperioso “reconocer la amenaza y el significado del terrorismo islámico”, aunque ese punto continúa siendo un complejo a vencer para varios gobiernos y sociedades europeas que creen en el multiculturalismo a pesar del demostrado fracaso en la aplicación de politicas relacionadas a el. No hay posibilidad de éxito alguna cuando se trata de dialogar con el yihadismo desde la debilidad. Todo carece de significado y se disfuma ante al accionar criminal de aquellos supremacistas de la fe que, desafortunadamente, solo entienden, respetan y temen el lenguaje de la fuerza.

Hoy, nuevamente el odio y el fanatismo se ha manifestado en su máxima crueldad cobrando la vida de tres fieles católicos inocentes. Ellos fueron asesinados dentro de una Iglesia mientras ejercían su derecho a practicar su fe en lo que se supone es un país libre de Europa. No es el primer ataque de esa naturaleza y tampoco será el último, por lo que no solo Francia sino Europa y Occidente tienen la obligación de actuar en el marco de la ley aplicando las respuestas políticas y policiales-militares que juzguen apropiadas, haciendo uso de su derecho a defender sus sociedades y sus ciudadanos. Si escogen no hacerlo, su futuro sera el de sucumbir ante la barbarie.