El Palacio Nacional, fue inexplicablemente abandonado por los constitucionalistas la tarde del 27 de abril de 1965, luego de la histórica reunión en la Embajada norteamericana, en la cual, fracasó la mediación para poner fin a la sangrienta guerra civil que desataba los demonios de los bombardeos a la población civil y anunciaba la entrada triunfal de la infantería del Centro de Enseñanza de las Fuerzas Armadas a la ciudad.
El Palacio Nacional fue ocupado sin disparar un tiro por un batallón militar que entró a la ciudad desde Haina. Curiosamente este batallón militar que entró al Palacio Nacional el 28 en horas de la tarde, no respondía a los intereses del grupo de San Isidro, encabezado por el general Wessin, sino al llamado “clan de San Cristóbal”, que fue parte de la conspiración militar contra el Triunvirato, y que se desligó de la consigna de “retorno a la constitucionalidad sin elecciones”, proponiendo en cambio una Junta Militar provisional de tres meses para propiciar elecciones libres con el retorno de Bosch y Balaguer al país.
Al tomar la decisión de ocupar el Palacio Nacional, ese batallón pretendió mantener su condición de “independiente” tanto de los constitucionalistas como de San Isidro. Quizás hubo en algún momento la posibilidad de negociar con el grupo ocupante del Palacio, la unidad con los constitucionalistas, porque ese grupo odiaba al sector encabezado por Wessin, y sus principales jefes habían sido cancelados o deportados del país como el coronel Neit Nivar Seijas, y tenía vasos comunicantes con oficiales constitucionalistas que originalmente estaban asociados a los militares balagueristas.
Entre las primeras horas de la tarde del 28 de abril y la mañana del 29, este batallón no estaba cerrado ni excluía un acercamiento con los constitucionalistas, que estaban engrandecidos luego de haber vencido a los tanques y a la tropa élite de San Isidro en la batalla del puente Duarte.
Es más, el 29 de abril en horas de la mañana los constitucionalistas obtuvieron otra contundente victoria militar al tomar la Fortaleza Ozama en el centro colonial de Santo Domingo.
El Palacio de la Policía Nacional estaba cercado por tropas constitucionalistas, y era cuestión de horas o minutos, la caída de ese importante fortín policial.
El día 28 de abril de 1965, se produjeron los primeros desembarcos de tropas norteamericanas, luego de la derrota de Wessin, pero los marines no impidieron las acciones militares emprendidas por el mando militar constitucionalista después de la increíble victoria del atardecer del 27 de abril.
Los constitucionalistas, aún con la información de la invasión norteamericana, se movieron libremente en la ciudad de Santo Domingo, con una ofensiva impresionante, totalmente recuperados del asilamiento masivo del gobierno del doctor José Rafael Molina Ureña y de los principales líderes del PRD.
El establecimiento del “corredor de seguridad” que dividiría la ciudad, salvó momentos antes de caer, rendida ante los constitucionalistas, al Palacio Policial y evitó un acuerdo con el batallón del “clan de San Cristóbal”, que no estaba en condiciones de resistir un enfrentamiento militar en esos momentos y que hubiera preferido un pacto con los constitucionalistas y jamás un acercamiento con Wessin.
La intervención militar extranjera cambió totalmente la correlación de fuerzas lograda el 27 en la tarde y consolidada los días, 28 y 29 de abril, con la toma de la Fortaleza Ozama y el desmoronamiento en manos constitucionalistas de todos los cuarteles policiales y recintos militares (estos últimos cambian su posición frente al hecho histórico de la invasión). Las tropas norteamericanas colindan con el Palacio Nacional en el llamado “corredor de seguridad”, y entre las primeras medidas tomadas en conjunción con el alicaído general Wessin, cambian las tropas del batallón del “clan de San Cristóbal”, por tropas frescas wessinistas, a las que se les proporciona alimentos y recursos logísticos.
Cuando la tarde del 19 de mayo de 1965 los constitucionalistas encabezados por los coroneles, Manuel Ramón Montes Arache y Rafael Tomás Fernández Domínguez, intentan recuperar el Palacio Nacional, lo hacen partiendo de una lógica político militar correcta.
Un acontecimiento amenazaba con liquidar el movimiento constitucionalista, y lo era, el avance de las tropas del CEFA y Wessin (ya reconstruidas por la ayuda interventora) en la parte norte de la ciudad con la llamada “operación limpieza”.
A pesar de una heroica resistencia de los comandos constitucionalistas durante una semana de combates, éstos no pudieron reabastecerse de municiones por el impedimento del “corredor de seguridad”.
Se hacía necesario un golpe contundente que frente a la barrida del CEFA en la parte norte, restableciera la moral constitucionalista.
Era un golpe psicológico, la toma del Palacio, símbolo del Poder político, compensaba la derrota de la parte norte. Además una revolución en reposo era una revolución con mínimas capacidades de negociación política.
El coronel Fernández Domínguez había venido al país a convencer al presidente Caamaño de renunciar y promover la salida de la fórmula del gobierno provisional con Antonio Guzmán y la reposición de la constitución del 63, enviado por Bosch, que el presidente Johnson había aprobado.
Cumplió con tramitar el mensaje, pero convenció al presidente Caamaño, de que la mejor negociación era combatiendo y sumando territorios. Fernández Domínguez, intrépido y valiente, cayó en defensa de la dominicanidad. Volveremos sobre el tema de las posibilidades de victoria de dicha acción y de las causas verdaderas del fracaso militar.