Los entrenadores de fútbol americano lo hacen. Los presidentes electos lo hacen. Incluso los senadores entendidos en ciencia lo hacen. Conforme los casos de coronavirus siguen al alza a una escala mundial, algunas de las personalidades más prominentes han comenzado a usar doble mascarilla: una maniobra cada vez más respaldada por los datos, según investigadores.
No todo el mundo necesita dos mascarillas. Sin embargo, para la gente que usa protecciones delgadas o endebles, “si combinas varias capas, comienzas a tener una eficiencia bastante alta” para bloquear la salida de los virus y su entrada a las vías respiratorias, comentó Linsey Marr, experta en transmisión de virus del Instituto Politécnico y Universidad Estatal de Virginia, y autora de un comentario reciente en el que se describe la ciencia detrás del uso de la mascarilla.
Claro está, hay una desventaja: en cierto punto, “corremos el riesgo de que la respiración se dificulte demasiado”, comentó Marr. Aunque hay bastante espacio para respirar antes de que el uso de la mascarilla se acerque a ese extremo.
Después de un año de pandemia de COVID-19, el mundo luce muy diferente. Se han documentado más de 90 millones de infecciones confirmadas de coronavirus en el mundo, las cuales han dejado millones de muertes e innumerables personas con síntomas persistentes, en medio de dificultades económicas y el cierre de escuelas y negocios. Han surgido las nuevas variantes del virus, que llevan cambios genéticos que parecen mejorar su capacidad para propagarse de persona a persona.
Y, aunque en este momento varias vacunas han superado los obstáculos regulatorios, el despliegue de las inyecciones ha sido inconstante y lento… y todavía no hay una evidencia definitiva que demuestre que las vacunas tendrán un efecto significativo en la velocidad de propagación del virus y quién podría transmitirlo.
A lo largo de todos estos cambios, los investigadores se han mantenido firmes sobre el uso de los cubrebocas. “Los estadounidenses no tendrán que usar para siempre las mascarillas”, comentó Monica Gandhi, especialista en enfermedades infecciosas de la Universidad de California, campus San Francisco, y una autora del nuevo comentario. Sin embargo, por ahora, deben permanecer puestas, ya que protegen al portador de la mascarilla y a la gente a su alrededor.
Mascarillas N95 (Reuters)
Los argumentos a favor de la mascarilla abarcan varios campos de la ciencia, entre ellos la epidemiología y la física. Una serie de estudios observacionales ha sugerido que el uso generalizado de las mascarillas puede detener las infecciones y las muertes a una escala impresionante, en lugares tan pequeños como peluquerías y al nivel de países enteros.
Un estudio, que monitoreó políticas estatales que exigían cubrirse el rostro en público, reveló que los casos conocidos de COVID habían aumentado y disminuido casi al mismo tiempo que las reglas del uso de las mascarillas en práctica. Otro estudio, el cual siguió las infecciones de coronavirus entre los profesionales de la salud en Boston, resaltó una caída drástica en la cantidad de resultados positivos en las pruebas después de que los cubrebocas se volvieron un elemento universal entre el personal. Y un estudio en Beijing encontró que las mascarillas tenían una efectividad del 79 por ciento al bloquear la transmisión de la gente infectada a sus contactos cercanos.
El trabajo reciente de investigadores como Marr está identificando la base de estos enlaces a una escala microscópica. Según Marr, la ciencia es bastante intuitiva: los virus respiratorios como el coronavirus, que se mueve entre la gente en gotas de saliva y aerosol, necesitan un conducto claro para entrar en las vías respiratorias, las cuales están llenas del tipo de células que son infectadas por los virus. Las mascarillas que cubren la nariz y la boca limitan esa invasión.
El punto no es hacer una mascarilla hermética, opinó Marr. Más bien, las fibras que la componen crean una caótica carrera de obstáculos por donde debe navegar el aire… y cualquier cargamento infeccioso.
“El aire debe seguir este tortuoso camino”, mencionó Marr. “Las cosas grandes que lleve no podrán seguir esas vicisitudes”.
Los experimentos que ponen a prueba hasta qué punto los cubrebocas pueden interceptar el aerosol que entra y sale han demostrado que incluso materiales bastante básicos, como los de tela y las mascarillas quirúrgicas, pueden tener al menos un 50 por ciento de efectividad en cualquier dirección.
Varios estudios han confirmado la idea de que las mascarillas parecen ser mejores protegiendo a la gente alrededor del portador de la mascarilla que al mismo portador. “Esto se debe a que se está deteniendo justo en la fuente”, comentó Marr. No obstante, motivados por la reciente investigación, los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades han hecho notar que también hay grandes beneficios para quienes se ponen los cubrebocas.
Las mejores mascarillas siguen siendo las N95, por estar diseñadas con una eficiencia de filtración ultraalta. Sin embargo, sigue habiendo pocas para los profesionales de la salud, quienes las necesitan para tratar a los pacientes de manera segura.
Si pones dos capas de mascarillas menos especializadas una encima de la otra, puedes tener una protección comparable. Marr recomendó usar cubrebocas de tela que se ciñan al rostro sobre las mascarillas quirúrgicas, las cuales suelen estar hechas con materiales que filtran mejor, pero quedan más holgadas. Una alternativa es usar una mascarilla de tela con una bolsa que se pueda llenar con material de filtrado, como del tipo que tienen las bolsas para las aspiradoras.
La combinación recomendada sería la inversa a la que usó Joe Biden: primero la holgada, con mejor filtro, y luego la ceñida (Reuters)
No obstante, usar más de dos mascarillas, o poner varias capas de mascarillas que son muy buenas filtrando el aire de por sí, pronto reducirá los beneficios y dificultará mucho más una respiración normal.
Otras alteraciones pueden mejorar la sujeción de los cubrebocas, como ataduras que amarren la tela alrededor de la cabeza, en vez de depender de los bucles alrededor de las orejas que permiten que estos cuelguen y se abran. Los puentes nasales, los cuales pueden ayudar a que la parte superior de la mascarilla quede más ceñida, también ofrecen un apoyo protector.
Lograr que las mascarillas se ajusten y filtren el aire de manera óptima “es muy simple”, opinó Gandhi. “No se necesita nada sofisticado”.
Ninguna mascarilla es perfecta, y usar una no obvia otras medidas de salud pública como el distanciamiento físico y la buena higiene. “Debemos ser honestos al reconocer que la mejor respuesta es una que requiere intervenciones múltiples”, comentó Jennifer Nuzzo, experta en salud pública de la Universidad Johns Hopkins.