Desde el 1 de enero Nueva York tiene uno de pocos grandes motivos para celebrar en medio de la pandemia que ha causado muerte, éxodo de población y cierre de muchos negocios: la reinauguración de una Penn Station que por años estuvo condenada a la desidia.
Pero también hubo al menos una tragedia en ruta a esa remodelación: en la etapa final, cuando la pandemia apenas comenzaba, el pasado 17 de marzo el ejecutivo Michael Joseph Evans Palacio se ahorcó, aparentemente víctima de agotamiento e insomnio por las presiones del calendario de la gran obra.
Evans nació en Cali (Colombia), pero su familia se mudó a Dallas (Texas) cuando era apenas un bebé. Al momento de su muerte acababa de cumplir 40 años y ya era presidente del consorcio público-privado Moynihan Station Development Corp.
Había pasado la mayor parte de su carrera trabajando en la conversión de la oficina de correo “James A. Farley” en la reluciente y luminosa estación de trenes recién abierta, a un costo de $1,600 millones de dólares.
Aparentemente el reloj Art Deco, que ahora está suspendido del techo a “cielo abierto” en el área de espera de 255 mil pies cuadrados de Amtrak y Long Island Rail Road, fue la última presión que colmó sus nervios. Esa pieza no formaba parte de las representaciones originales de la estación.
Evans, graduado de Oxford y apasionado del servicio público, se vio obligado a luchar cuando los funcionarios exigieron un reloj central a menos de un año para la fecha de finalización programada del monumental proyecto, dijo su pareja, Brian Lutz.
Aunque Lutz dijo que Evans no sufría antecedentes de enfermedad mental, según amigos y colegas sí tenía dificultades con su familia durante su vida en Nueva York y nunca habló abiertamente con sus padres de que estaba en una relación con un hombre. De hecho, si bien su obituario menciona a numerosos parientes en Colombia y EE.UU., ignora a Lutz, quien fue su pareja durante más de 16 años.
En las últimas semanas de su vida, Evans se torturó a sí mismo por “retrasos en materiales”: piedra de Italia; conmutadores para la red de fibra óptica del edificio; artefactos de iluminación; Pantallas LED y “reloj de progreso”, según una nota garabateada a mano que se encontró en su escritorio un día antes de su suicidio en marzo, menos de una semana después de haber cumplido 40 años.
Moynihan Hall “podría estar en peligro”, escribió. “El cronograma fue muy agresivo para empezar”.
El concepto de una sala de trenes gigante frente al Madison Square Garden nació hace décadas, cuando el difunto senador Daniel Patrick Moynihan propuso por primera vez reutilizar la oficina de correos gigante. Evans comenzó a trabajar en el proyecto en 2011 y trató de mantenerlo dentro del presupuesto y a tiempo. Ello incluyó varias reuniones con el gobernador Andrew Cuomo.
“Michael era un soñador”, insiste Lutz, su pareja. Se conocieron cuando ambos eran estudiantes en Oxford. “Creía en el servicio público y las posibilidades que presentaba para hacer grandes cosas por la humanidad. Estaba fascinado con el espacio público. También creía en la bondad de las personas”.
Aunque la estación se abrió a tiempo, nueve meses después de que Evan se suicidara en el dormitorio de su casa en Chelsea, su abrupta partida no deja de sacudir la historia de la remodelación. Una placa en su nombre ha sido colocada en la obra, calificándolo de “líder, visionario, amigo”.
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NYC Moynihan Train Hall czar killed himself as pressure mounted for NY Governor Cuomo’s jewel project https://t.co/S1wSBeuV93
— Blue Lives Matter (@RetiredNYCPD) January 10, 2021