
Este 29 de julio se conmemora el Día Internacional del Mal de Amores, una efeméride poco convencional, pero profundamente humana, que reconoce una de las experiencias emocionales más universales: el dolor causado por el desamor.
El mal de amores ha sido descrito como un estado de sufrimiento físico y emocional, producto de la imposibilidad o ruptura de una relación afectiva estable.
Aunque no figura en los manuales médicos como una enfermedad, su impacto sobre el bienestar es innegable. La tristeza, la frustración, la ira, la angustia y hasta la pérdida de apetito o sueño son solo algunas de las manifestaciones que puede provocar esta experiencia.
Una herida emocional con historia
Lejos de ser un fenómeno moderno, el mal de amores ha sido registrado en la historia desde tiempos inmemoriales. Desde la literatura clásica hasta la cultura pop contemporánea, pasando por el cine, la televisión y la música, el amor no correspondido o roto ha sido una fuente inagotable de inspiración artística y reflexión filosófica.
Aunque la ciencia ha logrado explicar parte del proceso (incluyendo la liberación de hormonas como la dopamina y la oxitocina durante el enamoramiento, y su brusca disminución tras una ruptura), lo cierto es que ninguna fórmula química alcanza a mitigar del todo el vacío emocional que deja una despedida.
Sanar también es un acto de amor propio
Expertos coinciden en que superar el mal de amores requiere tiempo, y aunque la mayoría de las personas tarda al menos tres meses en comenzar a sanar, cada proceso es único. En esta etapa, es fundamental permitir que el cerebro se reacomode a la nueva realidad emocional, sin presiones ni autoexigencias excesivas.
Para transitar este proceso de forma saludable, se recomiendan algunas acciones esenciales:
- Evitar el contacto con la ex pareja: Alejarse física y digitalmente permite dar espacio a la sanación emocional.
- Cuidar la salud mental y física: Dormir bien, alimentarse adecuadamente y evitar decisiones impulsivas.
- Expresar lo que se siente: Hablar con personas de confianza o acudir a un profesional puede marcar la diferencia.
- Involucrarse en nuevas actividades: El ejercicio, el arte o el aprendizaje pueden ofrecer nuevos enfoques y fuentes de satisfacción.
Además, no hay que subestimar el poder de un gesto tan simple como un abrazo. En momentos de vulnerabilidad, el contacto humano puede reconfortar de manera profunda, aportando calidez y contención emocional.