En las afueras del Hotel Roosevelt, en Manhattan, algunos temen ser grabados este pasado miércoles 20 de septiembre de 2023. Este histórico hotel, convertido en refugio para familias inmigrantes, es el nuevo escenario de la batalla política y migratoria de la ciudad de Nueva York.
Del 18 al 26 de septiembre se celebró el 78º período de sesiones de la Asamblea General de las Naciones Unidas y hubo más policías que de costumbre, específicamente en esta intersección de la Madison Avenue en Manhattan.
La semana pasada, activistas políticos y manifestantes vinculados al Partido Republicano se congregaron a las afueras de este hotel con consignas como “cierren la frontera” cuando la representante demócrata Alexandra Ocasio Cortez, junto con otros legisladores de la Cámara y del Caucus Hispano, vinieron a exigir mayor apoyo federal para atender a los inmigrantes.
Frente al hotel Roosevelt pasan algunos transeúntes grabando con celulares hacia el edificio, conocido como el arrival center, al que han llegado más de 100.000 inmigrantes solicitando refugio desde hace un año.
El propio alcalde Eric Adams lanzó una alerta el 7 de septiembre de este año para advertir que la “crisis de migrantes” destruiría la ciudad de Nueva York. Es frecuente ver periodistas reportando porque es la gran noticia estos días.
Ante eso, dicen varios inmigrantes acá afuera, prefieren no ser grabados.
“Luego uno ve en redes sociales que les hablan mal de uno”, dice Rafael, un joven venezolano de 28 años que está cuidando su motocicleta mientras le sale un pedido por delivery. “Entonces por uno que haga mal, pagamos todos”, agrega.
Se refiere, en parte, a la viralidad de algunos videos en redes sociales que muestran a supuestos inmigrantes haciendo piruetas en motocicletas o pidiendo dinero. También a las protestas de un grupo de vecinos en los alrededores de Manhattan que han temido que con la llegada de inmigrantes aumente el crimen en sus vecindarios.
En la avenida, al menos unas 20 motocicletas están estacionadas. Es la señal reciente del aumento de inmigrantes en Nueva York.
La mayoría de quienes llegan desde la frontera sur han encontrado en el servicio de delivery una entrada de dinero, aunque eso suponga trabajar con zozobra porque, o te roban la moto, o la decomisa la policía por estar fuera de regla.
El problema en la construcción
Rafael es albañil y uno de sus primeros trabajos en Nueva York fue en la construcción.
“Yo trabajé cinco días y me quedaron debiendo US$ 500, pero hay personas a las que les quedaron debiendo más”, recuerda.
Aunque su especialidad es la construcción, esa primera estafa lo hizo desistir, y ahora se dedica a hacer delivery de comida.
A 20 minutos del refugio de inmigrantes, ese miércoles se registró una protesta del sindicato Local 79 que representa a los trabajadores de la construcción en Manhattan.
Carlos Castaño, vocero de la organización, está parado junto con tres compañeros más con un muñeco inflable gigante en forma de rata, frente a un edificio en demolición en los alrededores del distrito financiero. La figura es una señal con la que acostumbran marcar a los contratistas que incumplen el contrato colectivo.
La reciente llegada de inmigrantes está creando distorsiones también en la construcción, porque decenas acceden a trabajar sin sindicalizarse por mucho menos del precio de la hora que corresponde por contrato colectivo.
“Lo que hacen es abusar de ellos, ofreciéndoles salarios más bajos, $18 por hora o $20 por hora, en comparación con nuestros salarios que son de $27 a $37, más beneficios. Así que es realmente difícil porque están afectando a la economía y están abusando de los trabajadores. Están explotando a los trabajadores, especialmente a los nuevos inmigrantes indocumentados”, dice Castaño.
Una de las preocupaciones del sindicato es el desconocimiento de los derechos laborales. “Si vienes a un país que no conoces y no entiendes las leyes, crees que tienes que hacer lo que sea necesario para ganar dinero. Pero no sabes que puedes estar protegido por las leyes, incluso si no tienes un estatus legal en el país”, reitera.
Crisis de inmigrantes: salir del refugio
Pero esa protección, muy especial en Nueva York, es en ocasiones un lujo para quienes llegan sin familia ni redes de apoyo a Estados Unidos, como ocurre con los inmigrantes que terminan en Manhattan y sus alrededores. En NY, por ley, se le garantiza una cama a quien lo requiera en un refugio.
Wendy Pérez, una venezolana que llegó a Nueva York en mayo de 2022, ya tiene un año viviendo en el Hotel Stewart con sus dos hijos y su esposo. El alcalde Eric Adams está intentando presionar para acortar el tiempo de pernocta de los inmigrantes en los refugios, para aligerar la presión sobre el dinero del estado.
Adams anticipa que atender a los inmigrantes generará un déficit de 12 mil millones de dólares a lo largo de tres años: se trata de casi 60.000 camas en refugios tradicionales y otros 200 sitios de emergencia.
Unos 20.000 niños inmigrantes se incorporaron a las escuelas públicas en este nuevo año escolar solo en NY.
Wendy llegó a Nueva York porque era una de las dos opciones que tenía. La otra era Chicago. Se refiere a los buses organizados por Greg Abbot, el gobernador de Texas y rival político del presidente Joe Biden, quien ha intentado ponerle en la cara la crisis a los gobernadores demócratas.
“Eran dos opciones que tenía: Nueva York o Chicago. Eran autobuses que organiza el gobierno de Estados Unidos. Bueno, como toda aquella persona que piensa ¿por qué no Nueva York? Y decidí moverme. Allá debe haber bastante trabajo, pensé”, rememora Wendy.
El hotel no solo les ofrece hospedaje, sino también las tres comidas, servicio de limpieza y ayuda legal. En parte, está tranquila, porque el ultimátum de 60 días para desalojar los refugios, por ahora, es para los hombres no acompañados.
El alcalde Adams pidió en mayo de este año a los tribunales de Nueva York que liberaran a la ciudad de algunas obligaciones que están contempladas en un acuerdo de 1981.
No solo el alcalde de NYC está en esta cruzada. También lo está la gobernadora del estado de Nueva York, Kathy Hochul, quien señaló que la premisa original del derecho a la vivienda era para hombres sin hogar en el contexto del SIDA.
“Nunca se previó que esto sería un derecho u obligación universal ilimitada para la ciudad de tener que albergar literalmente el mundo entero”, dijo a CNN.
Con diferentes matices, otras gobernaciones demócratas, como la de Massachusetts , exigen al presidente Joe Biden más ayuda federal.
“Yo no quiero ser una sanguijuela“
A pesar de la crisis política y económica, los inmigrantes para este mes de septiembre son casi invisibles. Quienes dormían en las calles han sido ubicados en nuevos refugios. Si no fuera por las motos, sería difícil notarlos. Representan solo el 1% de la población de la ciudad, a menudo repleta de turistas.
Muchos dicen que no quieren quedarse para siempre en los refugios. Gabriel Díaz, 28 años y pastelero, apenas tiene unas pocas semanas en Nueva York y por ahora trabaja en una bicicleta prestada.
“Yo no quiero estar como una sanguijuela. Así, que me estén dando las cosas, ¿me entiende? No me gusta. Siempre he querido ver lo mío y he sobrevivido por lo mío. No soy una persona profesional, pero trabajo con lo que tocó en el camino”, dice.
La noche del miércoles 21 de septiembre Homeland Security adelantó la extensión del Temporary Protected Status (TPS) para los venezolanos, con lo cual alrededor de 400.000 que han ingresado desde 2021 hasta la fecha podrán optar a un permiso de trabajo.
Gabriel vio la noticia por un grupo de WhatsApp. No entiende del todo cómo funciona el TPS, pero si aplica ya, en 6 meses, con suerte, podría llegarle un permiso de trabajo.