Desde hace años me pregunto: ¿en qué o en quiénes piensa el funcionario público cuando opta por robar? ¿Qué o quiénes lo motivan a proceder así? ¿O es que no existe nada ni nadie que frene esos impulsos de tomar lo ajeno? ¿Qué le dicta su conciencia? ¿Después de su falta puede dormir tranquilo? Parte de las respuestas está en la palabra “referencia”.
Las personas, en sus labores cotidianas, deben tener referencias a seguir que les sirvan de buenos modelos al momento de actuar. Y si esos caballeros y damas desempeñan una función pública, esas referencias deben ser de las mejores posibles, porque está en juego el Bien Común. Recuerdo que un presidente estadounidense tenía una foto de Abraham Lincoln en su oficina y cuando surgía algún problema de Estado, miraba el rostro de aquel sabio barbudo y le pedía consejo.
Como ocurre con los individuos, una nación también debe contar con referencias con referencias adecuadas para avanzar. Por ello, es importante resaltar a los hombres y mujeres cuyas conductas pueden ser ejemplo de moral universal, de entrega a causas nobles, de coraje y sacrificio. De igual modo, resaltemos las referencias históricas, acontecimientos y fechas que definieron a los pueblos, que le dieron libertad, soberanía y forjaron su identidad. ¡Pobre de aquellos que olvidan su pasado glorioso! Así las cosas, me pregunto: ¿cuáles son nuestras referencias como personas y como nación?
¿Es Juan Pablo Duarte más conocido que Omega o es Salomé Ureña de Henríquez más admirada que La Materialista?
Dependiendo de las respuestas sabremos si marchamos correctamente en términos particulares y colectivos.Y a los funcionarios públicos indignos de sus cargos, a los de antes, a los de ahora, a los de siempre, les reitero la pregunta: ¿en qué o en quiénes piensan cuando deciden embolsillarse el dinero del pueblo? ¿O es que le es indiferente su buen nombre y el de su familia? ¿O es que no entienden lo que es el honor?