
El estruendo de la explosión había quedado atrás, pero las huellas del impacto eran visibles en cada rincón de la casa. Un hombre abre la puerta con cautela y entra. Observa la ventana rota, los pedazos de vidrio esparcidos por el suelo. En la cocina, los utensilios y pertenencias están desordenados, platos rotos entre los escombros. Sobre una mesa, un cuenco de vidrio partido aún conserva algo de su estructura, como si se negara a desaparecer del todo.
Las imágenes captadas tras el incidente muestran el alcance de los daños. En el baño, un lavamanos ha estallado en pedazos, el suelo cubierto de fragmentos de loza y polvo. Afuera, la escena es similar: ventanas rotas, paredes agrietadas, escombros en las calles. En la distancia, un camión de bomberos permanece estacionado, mientras algunas mujeres ingresan a una vivienda afectada y señalan el marco destrozado de una ventana.

El origen de la destrucción es claro. Durante maniobras militares, un caza KF-16 de la Fuerza Aérea de Corea del Sur lanzó accidentalmente ocho bombas MK-82, de 225 kilogramos cada una, fuera del área de entrenamiento designada. La consecuencia fue inmediata: ocho personas resultaron heridas, dos de ellas de gravedad. El impacto no solo alcanzó varias viviendas, sino también una iglesia.
El origen de la destrucción es claro. Durante maniobras militares, un caza KF-16 de la Fuerza Aérea de Corea del Sur lanzó accidentalmente ocho bombas MK-82, de 225 kilogramos cada una, fuera del área de entrenamiento designada. La consecuencia fue inmediata: ocho personas resultaron heridas, dos de ellas de gravedad. El impacto no solo alcanzó varias viviendas, sino también una iglesia.
“Fue un estruendo aterrador, como si la tierra se hubiera abierto”, relató un residente a medios locales. “Salimos corriendo y vimos los vidrios por todas partes. Fue un caos”.

La Fuerza Aérea de Corea del Sur emitió una disculpa oficial por el incidente y aseguró que se llevará a cabo una investigación para determinar qué falló en el lanzamiento del armamento. Sin embargo, para los habitantes de Pocheon, una ciudad situada a 40 kilómetros de Seúl, cerca de la frontera con Corea del Norte, el incidente reaviva preocupaciones que llevan años manifestando.
“Siempre hemos dicho que estos entrenamientos representan un riesgo, pero nadie ha hecho nada al respecto”, expresó otro residente. “Ahora vemos que el peligro es real”.

Las quejas sobre la cercanía de los campos de entrenamiento no son nuevas. Durante años, los habitantes han protestado por las molestias y la amenaza latente que suponen los ejercicios militares en la zona. Pocheon se encuentra en una región de alta tensión militar, con una fuerte presencia de tropas surcoreanas y estadounidenses, y es habitual que se realicen maniobras con fuego real en sus alrededores.
El incidente ocurrió en el marco de los ejercicios conjuntos de Corea del Sur y Estados Unidos, que esta semana comenzaron sus primeras prácticas de fuego real en Pocheon. Estas actividades forman parte de los preparativos para Freedom Shield, el simulacro anual de defensa que iniciará el 10 de marzo y se extenderá hasta el 20 de marzo. Según el Estado Mayor Conjunto (JCS) de Corea del Sur, estos ejercicios buscan fortalecer la preparación de la alianza ante posibles amenazas, en particular las procedentes de Corea del Norte.

Las maniobras militares de esta semana han contado con la participación de cazas F-35A, F-15K, FA-50, además del KF-16 involucrado en el incidente. La presencia de estas aeronaves responde a la estrategia de defensa de Seúl y Washington, que consideran la cooperación militar clave para la estabilidad en la región.
De acuerdo con cifras citadas por la agencia Yonhap, una bomba MK-82 es capaz de generar un cráter de hasta ocho metros de diámetro, con una onda expansiva equivalente al tamaño de un campo de fútbol. Es un proyectil diseñado para ataques convencionales de precisión, pero su caída fuera del área de entrenamiento ha puesto en cuestión los protocolos de seguridad en este tipo de maniobras.

Las autoridades han iniciado una investigación para determinar si el error fue causado por una falla técnica o humana. Aunque incidentes de este tipo son poco frecuentes, el hecho de que un error de cálculo haya afectado a una zona civil ha generado preocupación.
Mientras tanto, en las calles de Pocheon, los residentes continúan evaluando los daños. Las imágenes de viviendas afectadas, utensilios esparcidos y ventanas destrozadas son prueba del alcance del incidente.