El gobierno japonés formalizó este martes su decisión de verter al Océano Pacífico más de un millón de toneladas de agua tratada pero todavía radiactiva de la devastada central nuclear de Fukushima Daiichi. Se espera que la operación, que podría durar décadas, comience en 2023.
Las autoridades y los expertos científicos aseguran que esta acción no supone riesgos para la salud de las personas ni para el medio ambiente, pero distintas ONGs y los pescadores locales se oponen tajantemente al proyecto. China y Corea del Sur también han manifestado su descontento.
¿De qué agua se trata?
Alrededor de 1,25 millones de toneladas de agua contaminada están almacenadas en más de 1.000 cisternas cerca de la central nuclear de Fukushima Daiichi, en el noreste de Japón, devastada por un terremoto y un tsunami el 11 de marzo de 2011.
El agua proviene de la lluvia, de las capas subterráneas o fue utilizada para enfriar los núcleos de los reactores nucleares que entraron en fusión tras el tsunami.
Antes de ser vertida, el agua es tratada con un Sistema Avanzado de Procesamiento de Líquidos (ALPS, por sus siglas en inglés), para eliminar la mayoría de las sustancias radiactivas (radionucleidos), pero no el tritio, que no se puede quitar con las técnicas actualmente disponibles.
Cisternas donde se almacena el agua (Reuters)
El tritio solo es peligroso para la salud en dosis muy altas, según los expertos. Se desintegra en un 50% al cabo de unos 12 años (de una a dos semanas en el cuerpo humano) emitiendo radiación beta de baja energía.
¿A qué se debe esta elección?
Como la capacidad de almacenamiento en el lugar se saturará en el segundo semestre de 2022 había que tomar urgentemente una decisión sobre el agua “tritiada”.
En enero de 2020, un grupo de expertos comisionados por el gobierno abogó por disolverla progresivamente en el océano, descartando así la solución alternativa, que consistía en una evaporación en el aire.
El vertido al mar de agua tritiada “ya se practica en Japón y en el extranjero” desde centrales en funcionamiento y, por lo tanto, es “más factible”, estimaron entonces estos expertos.
El Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) también considera que esta solución “concuerda” con prácticas “asentadas” en todo el mundo.
El portavoz del gobierno japonés, Katsunobu Kato, aseguró el martes que la dilución en el mar, que supervisará el OIEA, reduciría los niveles de tritio muy por debajo de las normas nacionales y de los estándares de la Organización Mundial de la Salud (OMS) para el agua potable.
¿A qué se debe la polémica?
Organizaciones ecologistas como Greenpeace afirman que el agua de Fukushima contiene otros elementos radiactivos como el carbono 14, con el riesgo, según ellas, de entrar en la cadena alimentaria y dañar el ADN si las dosis se acumulan a largo plazo.
Estas oenegés defienden un almacenamiento sostenible hasta que mejore la tecnología de filtración de agua.
Miembros de un grupo ambientalista realizan una protesta contra la liberación de agua radiactiva en el océano desde la Central Nuclear de Fukushima; cerca de la embajada japonesa en Seúl, Corea del Sur, 13 de abril de 2021. EFE/EPA/JEON HEON-KYUN
Los pescadores japoneses temen que perjudique su imagen. “El mensaje del gobierno de que el agua no reviste peligro no llega al público, ese es el gran problema”, según un directivo de la asociación de sindicatos de pescadores de Fukushima consultado por la AFP hace unos meses. “Nuestros socios comerciales nos dicen que dejarán de vender nuestros productos” si se produce el vertido y algunos consumidores ya se quejan, añadió. “Nuestros esfuerzos para restaurar la industria pesquera durante la última década se verían frustrados”, sostuvo.
Desde la catástrofe de 2011, todos los productos de la agricultura y de la acuacultura de Japón, incluidos los de la pesca, se someten a controles sanitarios muy exigentes.
También se aplican estándares de radiactividad dos veces más severos que a nivel nacional a los alimentos del departamento de Fukushima, para tranquilizar a los consumidores.
¿Qué dicen los científicos?
Para Michiaki Kai, experto en los riesgos de las radiaciones en la universidad de ciencias de la salud de Oita (suroeste de Japón), la clave está en controlar la dilución y el volumen de agua tritiada vertida al mar.
“Existe un consenso entre los científicos sobre el hecho de que el impacto en la salud (de un vertido al mar de agua tritiada) es minúsculo”, pero “no podemos decir que exista un riesgo cero, por eso es polémico”, declaró a la AFP.
Geraldine Thomas, experta en radiaciones del Imperial College de Londres, cree que el tritio “no presenta ningún riesgo para la salud, especialmente porque hay que tener en cuenta que se va a diluir en el océano Pacífico”.
El carbono 14 en el agua de Fukushima tampoco es dañino, dice. Los contaminantes químicos en los océanos, como el mercurio, deberían preocupar a los consumidores mucho más que “todo lo que proviene de la central de Fukushima”, afirma.