Joe Biden apoya el plan de guerra de Benjamin Netanyahu para exterminar a Hamas y decidió poner a disposición de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) toda la maquinaria bélica del Pentágono. En este sentido, el presidente de Estados Unidos no sólo envió a Medio Oriente dos portaaviones con miles de soldados y dispuso que la CIA aporte sus informes de inteligencia estratégica, sino que además ordenó que un equipo de militares expertos en combate urbano contra el terrorismo viaje a Tel Aviv para asesorar al gabinete de Guerra que define la operación terrestre en Gaza.
El secretario de Defensa de Estados Unidos, Lloyd J. Austin III, mantiene contacto permanente con su colega israelí Yoav Gallant para apoyar el esfuerzo bélico destinado a terminar con Hamas en la Franja. Durante las constantes llamadas telefónicas y vía zoom que realiza desde el ataque terrorista, Austin III explicitó a Gallant su temor respecto al combate que plantearía Hamas en Gaza, una ciudad destruida por los sistemáticos bombardeos de Israel y con miles de kilómetros de túneles secretos.
El jefe del Pentágono teme que la futura batalla de Gaza entre el ejército israelí y la organización terrorista se transforme en un pantano y en una carnicería, y puso énfasis en evitar esa posible hipótesis de conflicto.
Austin III sabe de qué habla: Estados Unidos perdió la guerra contra el Vietcong y contra los talibanes en Afganistán, dos enemigos que presentaban un sistema de combate y un dogma ideológico muy similar a la preparación militar que ahora exhibe Hamas.
El combate urbano contra un enemigo terrorista, en una zona destruida con población civil entre los escombros, implica serias dificultades para cumplir con los objetivos tácticos y evitar los daños colaterales. A Hamas no le importa las bajas civiles, y en cambio, aprovechará esa eventual circunstancia para demoler al ejército israelí ante la opinión pública.
La organización terrorista conoce todas las esquinas de la Franja, y todos los rincones oscuros de los túneles que abrió en los últimos cinco años. El ejército israelí tiene poca información sobre este entramado de defensa, y eso es una ventaja importante al momento de entablar una batalla que será casa por casa.
Gaza tiene montados sistema de observación, cientos de bombas caza bobos, decenas de adolescentes que actúan como informantes en el terreno, miles de cohetes aportados por Irán y un número incontable de células fundamentalistas que se mueven por la Franja con los ojos cerrados.
La Franja de Gaza está destruida después de los bombardeos de Israel, y ese escenario urbano beneficia la táctica bélica de Hamas
En este contexto, el secretario Austin envió al general tres estrellas James Glynn -junto con un puñado de altos oficiales del ejército de los Estados Unidos- a Tel Aviv para actuar como consultores de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI). El general Glynn, un marine graduado en Harvard que enfrenta a terroristas desde 1993, fue condecorado en múltiples ocasiones y conoce con exactitud cómo funciona la lógica militar de las organizaciones fundamentalistas que operan en Medio Oriente.
Glynn ya trabaja junto al ministro israelí Gallant, y sus instrucciones son claras y específicas: no participará en el desembarco, aportará su experiencia directa por sus combates contra ISIS en Irak y explicará -una y otra vez- que los terroristas no tienen límites al momento de protagonizar un combate urbano con civiles inocentes alrededor.
Biden recomendó a Netanyahu que fuera muy prudente al momento de plantear la guerra urbana contra Hamas en la Franja. Y en la misma página se mueve Austin III en sus diálogos cotidianos con el ministro Gallant. Estados Unidos teme que Israel caiga en una trampa sangrienta montada en Gaza por la organización terrorista, y que ello beneficie a Irán, Siria y Rusia, que tienen fuertes intereses geopolíticos en la región.
El general Glynn desembarcó en Tel Aviv para despejar esos temores. Él ya los vivió en Irak, cuando ISIS intentó desplegar un califato entre Damasco y Estambul. Una época que nunca olvidará.