Jean-Claude Duvalier —pronunciación en francés: /ʒɑ̃klod dyvalje/; en criollo haitiano: Dshanclód Divalié—, llamado Bébé Doc o Baby Doc (Puerto Príncipe, 3 de julio de 1951-Puerto Príncipe, 4 de octubre de 2014),1 fue un político y dictador haitiano. Fue presidente de Haití desde la muerte de su padre en 1971 hasta su derrocamiento en 1986, siendo el jefe de Estado más joven de la Historia contemporánea, pues asumió el poder con tan solo 19 años de edad.
Primeros años
Duvalier nació en Puerto Príncipe y se crio en un entorno aislado. Asistió al Nouveau College Bird y a la Institución Saint-Louis de Gonzague. Posteriormente, estudió Derecho en la Universidad de Haití bajo la dirección de varios profesores, entre ellos Maître Gérard Gourgue.
Presidente de Haití
Hijo de Simone Ovide y el dictador François Duvalier, más conocido como «Papa Doc», de acuerdo con la Constitución de 1964 accedió a la presidencia vitalicia tras la muerte de su padre en 1971. Ese mismo año creó el cuerpo de los Leopardos para contrarrestar el poder autónomo de la fuerza policial del régimen de su predecesor, los Tonton Macoute, pero con igual misión de mantener el terror entre la población. Su gobierno se caracterizó por luchas internas entre miembros de su propia familia y la influencia de su madre, junto con la postración de la economía haitiana, la galopante corrupción y la brutal represión hacia cualquier tipo de disidencia.
En 1980 se casó con Michèle Bennett, una mulata perteneciente a la élite haitiana, quien tuvo una gran influencia en su régimen. La boda de Duvalier y Bennett costó unos cinco millones de dólares.
Sin embargo el país vivió una gran estabilidad y desarrollo económico durante su gobierno. Se reanudó el pago de la deuda, el turismo incrementó de manera significativa y llegó ayuda de EE. UU., Canadá y Francia. Las calles se mantenían limpias, la seguridad estaba garantizada, los servicios de alumbrado eléctrico no sufrían cortes, el desempleo era bajo y existía servicio de agua potable . Por auspicio de su esposa Michèle se construyeron hospitales, escuelas y comedores infantiles. No obstante, se rumoreaba que los parientes de la primera dama constituían una de las familias más corruptas del país. Su esposa Michèle era conocida por su obsesión de comprar de manera compulsiva artículos de lujo y joyería a cargo de las reservas del Estado.
En enero de 1981 recibió el espaldarazo de la visita de la ya por entonces premio Nobel de la Paz (1979), la religiosa católica Teresa de Calcuta, que acudió para recibir la Legión de Honor de manos de los Duvalier. La visita se desarrolló en un clima de gran cercanía con Michèle Duvalier, de quien declaró «nunca había visto entre los pobres y sus jefes de Estado una familiaridad como la que vi con ella. Fue una hermosa lección para mí».
En 2004, el Informe de Global Transparency incluyó a Duvalier entre los líderes políticos más corruptos del mundo, con una malversación de fondos públicos estimada entre 300 y 800 millones de dólares.4
Derrocamiento y exilio
Una insurrección acabó con la dictadura de los Duvalier el 7 de febrero de 1986, a raíz de la retirada del apoyo militar y económico de EE. UU. y del golpe de Estado encabezado por el general Henri Namphy.
Tras su derrocamiento, Duvalier y su familia se exiliaron en Francia, cuyo gobierno les dio asilo. Al principio Duvalier alquiló una villa en Mougins, donde su mujer Michèle continuó con su extravagante estilo de vida comprando vehículos de alta gama y asistiendo a fiestas de la alta sociedad francesa. La esposa de Duvalier era muy conocida en las boutiques más exclusivas del país, por ejemplo, hacía compras de 270.200 dólares en la conocida joyería Boucheron, 9.752 dólares en Hermès, 68.500 por un reloj y 13.000 dólares por hospedarse una semana en un hotel de París.
Se exilió con una fortuna estimada en 900 millones de dólares, extraída de las arcas del Estado haitiano, una suma entonces superior a la deuda externa del país. A pesar de las reiteradas peticiones, nunca ha sido entregado a la justicia de su país. La familia Duvalier malversó el 80% de la ayuda económica concedida a Haití, pero supo utilizar su posición como aliado de sus amigos occidentales en la lucha contra el «peligro comunista».
En 1990 Duvalier y Michèle Bennett se divorciaron en la República Dominicana. La mayor parte de la fortuna de Jean-Claude Duvalier se la dejó a Bennett después del divorcio. Ese mismo año conoció a Veronique Roy. Roy es nieta de Paul Eugène Magloire, quien fuera Presidente de Haití entre 1950 y 1956.
En 2005 Duvalier anunció su intención de volver a Haití para postularse a las elecciones presidenciales de 2006 por el Partido Unidad Nacional, pero no pudo inscribirse en el colegio electoral. En 2007, en un mensaje grabado, dio un discurso en francés donde pidió públicamente perdón al pueblo haitiano por las atrocidades cometidas durante su régimen, pero en general fue desestimado por la mayor parte de las personalidades haitianas, incluyendo el presidente René Préval.
Vuelta a Haití, procesamiento y muerte
El 16 de enero de 2011 regresó por sorpresa a Haití junto con su actual esposa Veronique Roy, siendo la primera vez en 25 años que Duvalier pisaba su país. Fue recibido en el aeropuerto por miles de personas que aún le eran leales. También se dijo que viajaba con pasaporte diplomático haitiano. Tras hospedarse brevemente en un hotel de Puerto Príncipe, «Baby Doc» fue conducido por las autoridades haitianas al Palacio de Justicia para ser interrogado. Después de unas horas volvió al hotel donde estaba alojado.7
En febrero de 2013 un juez obligó a Jean-Claude Duvalier a comparecer por primera vez ante un tribunal haitiano por los crímenes durante su dictadura.
El 4 de octubre de 2014 se anunció la muerte de Jean-Claude Duvalier en Puerto Príncipe, a los 63 años de edad, como resultado de un infarto de miocardio.
Hambre, terror y vudú: el Haití de Papa Doc, padre de Baby Doc
Haití fue el primer país latinoamericano que se liberó del colonialismo, en enero de 1804, pero, a la vez, figura como el más desgraciado: ningún otro ofrece una trayectoria similar de pobreza, muerte y penuria, que el presente no ha conseguido enmendar.
Desastres naturales, golpes militares y gobernantes tiranos jalonan su historia. Entre estos últimos, se distingue la figura de François Duvalier, más conocido como Papa Doc, quien, tras trece años en el poder, dejó el Estado en herencia a su indolente hijo, Jean-Claude, y a sus 4,7 millones de habitantes sumidos en la miseria, el miedo y el fanatismo.
Nacido en 1907, François Duvalier descendía de una familia de agricultores. Desde la escuela primaria, dio sobradas muestras de inteligencia, que le abrieron las puertas de la Facultad de Medicina de la Universidad de Haití. La entrega del joven médico en su lucha contra el tifus, el paludismo o la malaria le granjeó la simpatía y el cariño de la gente modesta, que le rebautizó como Papa Doc. Llamado a ejercer el cargo de director general de Sanidad, en 1949 asumiría el Ministerio de Sanidad y Trabajo.
A la sazón, la sociedad de su país se hallaba dividida entre negros afroamericanos y mulatos. Duvalier, que era criollo, tomó partido por los primeros, la clase más desfavorecida. A los mulatos, el color de su piel les dispensaba no pocos privilegios, como la gerencia de algunos negocios o el acceso a los puestos oficiales más influyentes.
Tras una etapa especialmente convulsa, en la que se sucedieron cinco presidentes en un solo año, Duvalier se presentó a las elecciones presidenciales de septiembre de 1957. Su victoria lo convirtió en presidente y jefe del Estado, en principio por un período de seis años.
Populismo y vudú
Durante sus primeros meses de mandato se condujo con prudencia, con el ánimo de mejorar las condiciones de vida de sus ciudadanos. Poco a poco se fue acercando a la religión vudú, cada vez más pujante, y acabó convirtiéndose en hougan (sacerdote), lo que incrementó su popularidad entre las clases más humildes.
Pero, lejos de comprometerse en exclusiva con la secta de los zombis, pactó también con la jerarquía católica, con la que suscribió un acuerdo por el cual el Vaticano le concedería el poder de nombrar a los obispos y párrocos de su país. Su autoridad se reforzó en 1963, cuando el resto de formaciones políticas fueron ilegalizadas y la suya, el Partido Unidad Nacional, quedó como formación única.
La lucha contra la delincuencia, que arreciaba a causa de la pobreza y el hambre, fue una de sus prioridades. A su vez, la ineficacia de la Policía le impulsó a crear una propia, conocida como los “tontons macoutes”, integrada por antiguos bandoleros, personas sin formación ni escrúpulos, pero disciplinados y fieles a su creador. Imbuidas de las creencias del vudú, estas milicias actuaban convencidas de su misión superior.
Desde el Palacio Presidencial, en el centro de la capital, Puerto Príncipe, el presidente impartía unas órdenes cada vez más despóticas, que los “tontons” ejecutaban con tanta celeridad como dureza. A Duvalier no le importaba dar ejemplo con sus propios ministros, a quienes no dudaba en abroncar en público. En las reuniones con su gabinete podía levantarse de su asiento para abofetear, incluso, a alguno de sus miembros.
No aceptaba la crítica ni toleraba la libertad. Vivía con el miedo a una conspiración o un golpe que lo derrocara, y reprimía cualquier discrepancia mediante un cuerpo paramilitar para el que no regían las leyes. Entre treinta y sesenta mil personas fueron asesinadas bajo este régimen de terror, sin que nadie investigara o juzgase a los culpables.
En cierta ocasión en que las autoridades, tras el secuestro fallido de los hijos de Papa Doc en 1963, buscaban al opositor François Benoit, los tontons se dirigieron a la casa de los padres de este (Benoit era hijo de un juez) y, tras registrar todos los rincones sin poder localizarlo, mataron al padre, a la madre, a una mujer que estaba de visita y a tres empleadas domésticas. Benoit se había refugiado en la embajada de la República Dominicana.
Nuestro hombre en Haití
El gobierno de EE. UU. trataba a Duvalier con la máxima consideración, sin hacer mayores esfuerzos por sacar al país de la pobreza. Para sus vecinos del norte, constituía una gran ventaja mantener la amistad de una isla próxima a Cuba, en la que el comunismo no tenía nada que hacer. El régimen haitiano no permitía a nadie mostrar sus simpatías marxistas ni mantener contactos con La Habana.
En 1964, Papa Doc cambió la Constitución –todos los miembros del Parlamento estuvieron de acuerdo: él los había puesto ahí– y se proclamó presidente vitalicio. La dureza del régimen aumentó de forma dramática, tal como expone Vicente Romero en su libro Tierra de zombis, donde relata la ejecución pública de dieciséis opositores.
Duvalier invitó a ese macabro acto, frente al Palacio Presidencial, al cuerpo diplomático, al gobierno en pleno, a los presidentes de las instituciones del Estado, a los alcaldes y a otras personalidades de la vida pública. Cuando sus invitados estaban ya acomodados y los condenados en fila, Duvalier, ataviado con un frac negro, cargado de condecoraciones y tocado con un sombrero negro de copa, hizo acto de presencia.
Tras escuchar el himno nacional, el pelotón recibió la orden de disparar, y así, uno a uno, fueron cayendo los dieciséis reos (según algunas versiones, el propio presidente sacó su pistola y disparó a los dos cabecillas). Cuando concluyó la ceremonia, se recogieron los cadáveres, salvo el del considerado jefe del grupo rebelde, a quien Duvalier mandó llevar al aeropuerto y colgarlo en un lugar visible, donde permaneció cinco días.
No fue ese el único ajusticiamiento público. A otro de ellos el presidente ordenó llevar a los niños de las escuelas, muchos de los cuales no han podido borrar de su memoria aquel espectáculo.
El invento del turismo
En los primeros tiempos, Duvalier proyectó volver a la época imperial y proclamar la monarquía, sistema que, en su opinión, aseguraría mejor la continuidad de su obra. El miedo que generaban las creencias del vudú parecía garantizarle la paz social, lo que no fue óbice para intentonas golpistas o manifestaciones reivindicativas, cuyo fracaso solo sirvió para agravar la represión. Así sucedió, por ejemplo, en 1963, tras el citado atentado que sufrieron los hijos del presidente en el coche donde viajaban; la ola represiva posterior causó un número elevado de muertes y redobló las torturas.
En el exterior Haití no ejercía influencia alguna. Era miembro de Naciones Unidas y de otros organismos internacionales, pero su opinión no contaba. Duvalier y su dictadura despertaban una curiosidad morbosa, pintoresca, pero ningún interés de carácter político, como refleja la novela de Graham Greene Los comediantes, escrita en 1966.
Los escasos recursos del país y la falta de iniciativas públicas lastraban una economía que, durante un tiempo, pretendió fiar su supervivencia al turismo. Las condiciones eran prometedoras, pero, a la vista de la realidad, el interés de los inversores decayó pronto.
El cuadro de pobreza y suciedad desincentivaba a los clientes de los hoteles, que, más allá de las playas y de un clima cálido, no encontraban ningún aliciente, ni siquiera fuera de la capital, a causa de unas carreteras intransitables. Lo más original, para el visitante, eran las colecciones de pintura naif que se exhibían por doquier en las calles. Quien daba con un experto podía llevarse a casa una obra de calidad.
Duvalier tuvo un hijo y una hija, y resolvió que debía ser el varón, Jean-Claude, quien lo sucediese. Llamado Baby Doc, era este un joven de pocas luces, un pésimo estudiante, más interesado en los coches deportivos que en la política. Casado con Michèle Bennett, hija del presidente de las líneas aéreas haitianas, uno de los empresarios más ricos del país, fue proclamado presidente vitalicio, sin más trámites, en 1971, tras la muerte de su padre por hipoglucemia.