El acto terrorista perpetuado en la selva del Vraem, a pocos días de la segunda vuelta electoral en Perú, tiene un objetivo muy concreto: trasladar el final de campaña al esquema de confrontación de los noventa; es decir, fujimorismo vs. terrorismo.
Las élites mediáticas y el status quo político, concentrados desde la primera vuelta en torno a la figura de Keiko Fujimori, se prestaron, desde el minuto cero, para una lectura con fines electoralistas de esta acción violenta. La candidata de inmediato aprovechó el suceso para oxigenar y redirigir su liderazgo hacia las fuerzas armadas, las instituciones y el ‘establishment’, que, al igual que en los ’90, se siente amenazado, solo que ahora por la figura de Pedro Castillo.
El presidente Francisco Sagasti no mencionó a Sendero Luminoso ni a ninguna banda terrorista en concreto cuando habló del hecho. Planteó, eso sí, y en términos generales, la actuación del «narcoterrorismo» como una «plaga» o «pandemia». En cambio, el general César Astudillo, jefe del Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas, apuntó directamente a Sendero Luminoso, asegurando tener identificados con ese nombre a los autores.
Los medios reaccionaron rápido ante el acontecimiento y dijeron tener «fuentes policiales» que indicaban que era un ataque del Partido Comunista de Perú militarizado por remanentes de Sendero Luminoso. Nada de ello ha sido comprobado, y la Fiscalía ha ordenado una investigación, pero ya se da por descontado por la mediática hegemónica en el país.
Desde que ocurrió el ataque armado, políticos y medios ya sabían qué había pasado y quién había sido el responsable, pidiendo explicaciones a Castillo. Y aunque está aún por determinar quiénes fueron los autores intelectuales y materiales, ya hay algunos detalles que se conocen.
¿Lo que se sabe del atentado?
1.- Ni el líder histórico del grupo armado Sendero Luminoso, Abimael Guzmán –también conocido como ‘presidente Gonzalo’ en la nomenclatura guerrillera–, preso desde 1992 en la base naval de la marina de guerra en Callao, ni tampoco el comandante que estaría liderando los remanentes del movimiento en el territorio, se habrían responsabilizado del ataque, que cercenó la vida de 18 personas.
Por lo general Sendero Luminoso reconocía sin pudor sus atentados, que dejaron más de 30.000 muertes, según la Comisión de la Verdad, entre 1980 y el 2000. Esta vez ha circulado por los medios un presunto panfleto en el que el Militarizado Partido Comunista de Perú, en armas, llama a la violencia y la abstención electoral, aunque no se responsabiliza directamente por el hecho.
2.-El fujimorismo es la corriente política que ha infiltrado de mejor manera los resquicios que quedan de la organización maoísta. Su ala más militarista y policíaca gira en torno a Vladimiro Montesinos, actual compañero de cárcel del comandante Abimael.
Estas figuras tienen casi 30 años en la cárcel y podrían reactivar su influencia sobre células operativas o dormidas con el fin de participar, a su modo, en la campaña electoral.
3.- Lejos de la ideologización del siglo pasado, los aparatos armados que quedan de Sendero Luminoso se han tenido que plegar a un orden pragmático. Están vivos y operativos porque se han arrimado a las zonas cocaleras. Perú es el segundo productor de cocaína del mundo. El lugar del incidente es territorio cocalero.
4.- En el Valle de los ríos Apurímac, Ene y Mantaro (Vraem), Pedro Castillo tiene todas las de ganar en las urnas, así que la abstención inducida hacia estos territorios por actos violentos solo puede mermar el voto que iba dirigido a su partido. Si el ataque hubiera sido en lugares de clase media de Lima, entonces sí buscaría aumentar la abstención o el miedo a votar hacia los seguidores de Keiko.
5.- Tres semanas antes de la primera vuelta electoral, celebrada el pasado mes de abril, ocurrió otro atentado atribuido a Sendero Luminoso en Huarcatán, Ayacucho.
Hay que recordar también que este movimiento maoísta puso especial atención para cometer atentados en los sectores socialdemócratas y la izquierda electoral. Por ello, no hay que descartar la posibilidad de que sea un acto político de algún ideólogo en contra de la institución electoral, ahora que se ve reanimada por la rivalidad entre un candidato campesino y ‘la niña de los ojos de Fujimori’.
También hay que escatimar que los últimos eventos de consideración de atentados de estos grupos armados se ubican en 2016, pero casi siempre en contra de patrullas militares. Aquella vez resultaron ocho militares muertos en Santo Domingo de Acobamba. En el reciente atentado todas las víctimas eran civiles y al menos dos de ellas eran niños.
Es decir, una masacre que quería impactar no al escenario militar, sino propiamente al imaginario político, a pocos días de la segunda vuelta más controversial e insospechada de la historia de Perú.
6.- La última encuesta de la empresa Datum dice que los últimos días Pedro Castillo estaría subiendo en la intención del voto y pasando por unos 4 puntos a la candidata del fujimorismo. Otra firma, Iep, refleja una distancia de 10 puntos. Para la encuestadora Ipsos, la diferencia es de 5 puntos. En todas Castillo se convertiría en presidente.
El fujimorismo primero, y todo el ‘establishment’ luego, necesitan un golpe de último minuto para cambiar esta tendencia. Por eso utilizan rápidamente el acontecimiento como forma de criminalización del adversario, cuando incluso no se sabía a ciencia cierta que había pasado.
¿A quién beneficia el evento?
Sin dudas, el triste suceso beneficia a la estrategia de Fujimori. Le permite acelerar su campaña de miedo. Primero contra el socialismo y la ‘venezolanización’ de Perú. Pero posiblemente esta estrategia no esté resultando tanto y se requiera poner más carne en el asador de la campaña electoral.
En todo caso, el miedo por la vía de revivir a Sendero Luminoso es una acción simbólica en el mismo sentido de las anteriores: polarizar el país en contra de un flagelo preocupante, solo que ahora recordando al terrorismo que fue abatido a comienzos de los noventa, pero que el pueblo conoce en carne propia.
Las interpretaciones del hecho terrorista invitan a recordar los mejores momentos del fujimorismo.
¿Tendrá el efecto esperado?
Pedro Castillo ha demostrado ser un buen jugador de dominó político. Ha sabido neutralizar los discursos que le tratan de ubicar en el terreno simbólico de la inmoralidad y el crimen.
Antes que llenaran el país de vallas publicitarias contra la ‘venezolanización’ y el socialismo, el candidato salió a confrontar a Maduro y pedirle que se lleve a los venezolanos que «fueron a delinquir» a Perú. Cuando lo acusaban de ‘senderista’, él sacaba su pasado ‘rondero’. Las rondas son organizaciones que se enfrentaron en el terreno a las guerrillas.
El líder, ganador de la primera vuelta, no ha sido blanco fácil de la pesada artillería de la derecha peruana. Ante el desafío de cada periodista responde con una humildad convincente.
La criminalización de la que ha sido víctima ha funcionado también como trampolín para que las mayorías rurales se identifiquen con un candidato que viene del pueblo y es honesto. La candidata contraria representa justo lo opuesto, a la élite política, escandalosamente corrompida.
Es posible que el pueblo peruano no se haga eco de este intento de revitalizar la política de los noventa, en la que el fujimorismo ganaba elecciones en la medida en que perseguía con furia a las guerrillas.
Quedan pocos días para los comicios y al parecer el acto terrorista no ha tenido tanto impacto. El fujimorismo más novelero y ácido, en medio de las proyecciones de un resultado muy cerrado, tendrá que intentar invertir las proyecciones que se están haciendo.
Ociel Alí López
Es sociólogo, analista político y profesor de la Universidad Central de Venezuela. Ha sido ganador del premio municipal de Literatura 2015 con su libro Dale más gasolina y del premio Clacso/Asdi para jóvenes investigadores en 2004. Colaborador en diversos medios de Europa, Estados Unidos y América Latina.