Mucho antes de que Gustavo Petro surgiera como un candidato de izquierda a la presidencia de Colombia, fue parte del M-19, un grupo guerrillero urbano que buscaba hacerse del poder en nombre de la justicia social.
Para algunos votantes colombianos, su pasado es fuente de preocupación luego de décadas de conflicto armado en el país. Para otros, es una señal de esperanza en uno de los países más desiguales de América Latina.
El M-19 nació en 1970 en respuesta a un supuesto fraude en las elecciones presidenciales de ese año. Era mucho más pequeño que la principal fuerza guerrillera del país, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, FARC, que era marxista y se refugiaba en las selvas y en las zonas rurales colombianas.
El M-19 era un grupo militar urbano formado por estudiantes universitarios, activistas y artistas que buscaban derrocar a un sistema de gobierno que consideraban que había fracasado en disminuir una brecha crónica entre ricos y pobres.
“El M-19 nació en armas para construir una democracia”, le dijo Petro a The New York Times en una entrevista.
Inicialmente, el movimiento intentó promover una imagen al estilo Robin Hood: robaban leche de los camiones de los supermercados para distribuirlos en los barrios pobres y, en un acto de rebelión simbólica, sustrajeron de un museo una espada que Simón Bolívar usó en la guerra de independencia de Colombia.
Petro, de 62 años, se unió al grupo cuando era un estudiante de economía de 17 años consternado por la pobreza que veía en el pueblo donde vivía, a las afueras de Bogotá.
Si bien el M-19 era menos cruel que otros grupos rebeldes, sí llevó a cabo un acto que es considerado como de los más sangrientos de la historia reciente del país: el sitio del Palacio de Justicia en 1985, que llevó a un enfrentamiento con la policía y el ejército y dejó 94 personas muertas.
El grupo también robó 5000 armas del ejército colombiano y recurrió al secuestro como un modo de conseguir concesiones del gobierno.
Petro, que pasó 10 años en el M-19, sobre todo almacenaba armas robadas por el grupo, dijo Sandra Borda, profesora de ciencias políticas de la Universidad de los Andes en Bogotá.
“Lo que es clave es que no era parte del círculo principal de toma de decisiones del M-19. Estaba muy joven en ese momento”, dijo. “Y no participó tampoco en los operativos más importantes del M-19, los operativos militares”.
Al momento de la toma del Palacio de Justicia, Petro se encontraba en prisión por su participación en el grupo; ha contado que las autoridades lo golpearon y electrocutaron.
Al final, el grupo terminó por desmovilizarse en 1990 en uno de los procesos de paz que se considera entre los más exitosos en la prolongada historia de conflicto del país. Se convirtió en un partido político que ayudó a reescribir la Constitución del país para hacerla más enfocada a la igualdad y los derechos humanos.
Petro se postuló al Senado como integrante del partido, con lo que inauguró su carrera política.
Nicolás Petro, el hijo caído en desgracia que angustia al presidente
La detención de Nicolás Petro, el hijo mayor del presidente Gustavo Petro, ha agitado aún más las ya turbulentas aguas de la política colombiana. No solo por el morbo que provoca la estrepitosa caída en desgracia de un hombre joven que parecía tenerlo todo.
Nicolás Petro fue imputado por los delitos de enriquecimiento ilícito y lavado de activos. Su expareja, Daysuris Vásquez, lo había acusado públicamente en marzo de haber recibido dinero proveniente de personas con “un pasado un poco oscuro”.
Supuestamente, él les decía que era para la campaña presidencial de su padre, pero todo iba para sus propios bolsillos. Así se entiende cómo hacía para sostener los lujos a los que estaba acostumbrado: restaurantes caros, ropa de diseñador, joyas, tratamientos estéticos, hoteles cinco estrellas. La lista de los personajes presuntamente implicados no es para nada desdeñable: incluye a ex-narcos y contratistas señalados por vínculos con paramilitares.