Previo a su liderazgo mesiánico, Liborio Mateo lucía introvertido, de poco hablar y tranquilo. Era de baja estatura, mulato, pelo crespo, frente amplia, ojos claros, pómulos salientes, de copiosa barba y abundante bigote.
«Parecía un hombre tonto», afirmaban quienes le conocieron. Desapareció de La Maguana sin dejar huellas y dos años después regresó con prédicas mágico-religiosas, «visiones» de cuanto sucedería en el futuro y «poderes» para realizar grandes «milagros».
Cuentan de resucitaciones: «Mi compadre tenía una mula que había muerto de forma misteriosa y buscamos a Liborio para que fuera a verla. Llegamos al lugar, se quedó mirando al animal, se carcajeó, y golpeando la mula en la zanca con la palma de la mano derecha, le dijo: ‘¡Párate, pendeja!’… y en seguida se paró».
Las leyendas corrían como el viento y se multiplicaban los visitantes, procurando los «milagros de sanación». Brujas y zánganos, llegaban de forma «encubierta» a probar y a desafiar su «poder» y eran «tumbados hasta vomitar la sangre», exorcizados por él con golpes de palo de piñón.
Crecía su «prestigio» rápidamente y al vincularse a políticos nacionalistas de la zona, llamó la atención de las tropas interventoras estadounidenses (1916-1924) que le persiguieron para terminar con el movimiento.
Al paso de los marines por los caseríos formados por bohíos de cana y de yagua, incendiaban los que encontraban deshabitados, al presumir que sus dueños se habían sumado al movimiento oliborista. La quema era castigo y advertencia a los lugareños.
Luego de capturado Liborio, el capitán Williams ordenó su fusilamiento y posterior traslado a San Juan de la Maguana. La marcha se hacía difícil. El camino era irregular y llovía sin parar. Su cadáver fue transportado en «parigüela» (dos varas a ambos lados de los costados, sogas y yagua donde descansaba su cuerpo) tirado por un animal, a la usanza del viejo oeste norteamericano.
Fue mostrado en la plaza pública, luego los soldados le dieron sepultura en el cementerio local, pero al otro día su cadáver «desapareció», lo que hizo sospechar que lo trasladaron a otro lugar para impedir la peregrinación. Sin embargo, muchos interpretaron el hecho como un acto de resucitación.
Nacía el mito de Liborio Mateo en la Maguana y se irradiaba a las comunidades vecinas para proyectarse en toda la Región. Se hizo acompañar de Juan Samuel, su «apóstol» predilecto; joven, de mediana estatura, de tez oscura, armado de revolver para protegerle.
A pesar de la represión desatada por las tropas de ocupación y de la muerte de Liborio, sus seguidores se multiplicaron y tras la partida del Ejército de Estados Unidos, el lugar volvió a ser visitado.
Otros curanderos siguieron sus prédicas y decían trabajar con «el poder y espíritu» de Liborio, antes de que surgiera el movimiento de Palma Sola que se inspiraba en sus enseñanzas. Gozaban de prestigio y eran visitados por gentes humildes y de alto nivel social.
Tras la muerte de Trujillo el 30 de mayo de 1961, surge el Consejo de Estado y en 1962 repunta el oliborismo con los Mellizos de Palma Sola, concitando la atención de miles de personas, de la Iglesia Católica y de los representantes de Estados Unidos, en un momento de absoluta incertidumbre económica, social y política.
Palma Sola, ¿Historia o mito?
VIVENCIA
Pasaban los vehículos en caravana, atiborrados de pasajeros. Tantos ocupaban sus asientos, que algunos viajaban en los estribos de las camionetas y en los maleteros abiertos de los automóviles, en estos últimos asidos de las tapas para mantener alguna seguridad. Luego retornaban prácticamente vacíos, con sus conductores y algún ayudante.
Desde el jueves de cada semana, muy tempranito en la mañana, se podía escuchar el fluir intermitente de su paso, provocado por los cánticos a su líder-mesías. Gente por lo general de extracción muy humilde viajaba a rendir culto de forma muy devota, que rayaba en el fanatismo, a quien le salvaría de enfermedades, inseguridades y penurias, luego del anuncio de que el mundo terminaría en una fecha muy próxima.
Se decía que el que estuviera ausente del lugar de adoración no se salvaría del fuego de la destrucción, del cataclismo que sufriría la humanidad por todos los pecados cometidos. El que no tuviera fe moriría y su alma penaría para la eternidad. Entonces se podía comprender que, entre otras causas, fe y temor era lo que empujaba a la gente a correr al inhóspito lugar, como la abeja al panal.
Curiosa y suspicaz era la conducta del personal de recepción de los visitantes. Solicitaban la cédula para anotar los datos más relevantes y luego interrogaban referente a la membresía partidaria. Si no se tenía filiación, entonces era inscrito sin la debida autorización, en el Partido Nacionalista Revolucionario Democrático (PNRD), liderado por el ex general Miguel Angel Ramírez Alcántara.
Luego de esos requisitos se podía pasar al interior del recinto y participar en los ritos con toda libertad, excepto al lugar sagrado donde se encontraba meditando y orando «La Purísima», personaje «sagrado» que vestía totalmente de blanco y en ocasiones posaban sobre su cabeza y hombros, con serenidad increíble, algunas palomas del color de su vestido.
Los «Mellizos de Palma Sola», oriundos de Las Matas de Farfán, habían decidido continuar con fervor la «misión» de Oliborio Mateo, hasta ese momento el personaje mítico-popular más importante de la región durante los últimos 50 años y que devino en guerrillero perseguido por los marines norteamericanos en 1922 y quien fuera herido, apresado y fusilado por un pelotón al mando del capitán Williams, quien comandaba en la zona las tropas estadounidenses de ocupación.
Su valladar más inmediato fueron las escarpadas montañas de la Cordillera Central, al norte de San Juan de la Maguana. En la «Hoya del Infierno» se detuvieron sus pasos y los de sus seguidores al recibir la noticia de que su hijo, que marchaba en la retaguardia había sido herido por sus persecutores, y, como han hecho todos los jefes guerrilleros que han perecido en combate, volvió sus pasos para defenderle bajo la premisa de que: «Donde muere un hijo mío, muero yo».
La masacre de Palma Sola
Los hechos ocurrieron el 28 de diciembre de 1962, Día de los Santos Inocentes. Sonó un disparo y desde ese momento las fuerzas policíaco-militares, los oficiales al mando y las autoridades civiles reaccionaron de manera desorganizada. Por instinto trataron de reencontrarse en el punto desde donde se había accionado el arma.
En ese momento, el general Rodríguez Reyes le comunica al doctor Miguel Tomás Suzaña Herrera, procurador de la Corte de San Juan: «Corre Suzaña, que aquí no puede haber heridos ni muertos». Interrumpía de esa manera el diálogo que sostenía con uno de los Mellizos y la «Purísima».
De inmediato se dirigieron al lugar desde donde provenía el disparo. El doctor Suzaña tomó la delantera; el general le siguió los pasos. Un militar que le observa de frente le advierte que un campesino le persigue armado de un cuchillo, y el mismo militar le dispara y lo mata, y le informa que el general Rodríguez Reyes ha sido atacado por otro presunto campesino, confirmándose luego que había muerto en el acto.
La noticia es conocida de inmediato; se inicia la confrontación masiva entre campesinos armados de palos y armas blancas y las fuerzas militares que habían llegado en ese instante desde Bánica a reforzar la pequeña avanzada policíaco-militar. Una balacera en fuego cruzado produjo cientos de víctimas mortales del bando liborista y algunos heridos entre las fuerzas regulares del Ejército y la Policía.
Mi hermano Marino, que conducía el vehículo del entonces coronel policial Guillermo Guzmán Acosta, había sido herido de un disparo en el pecho, el proyectil le penetró por la tetilla izquierda y salió por la axila del mismo lado. En esas condiciones y acompañando al oficial salieron del lugar bajo una «lluvia de balas». Con su mano izquierda hacía presión sobre su herida y con la derecha conducía el vehículo hasta llegar al hospital de San Juan de la Maguana.
Por su parte, el coronel Caamaño recibía asistencia en el hospital de Las Matas de Farfán, que entonces era dirigido por el doctor José Rodríguez Soldevila, quien semanas antes había servido de guía hacia Palma Sola a los periodistas de El Caribe Radhamés V. Gómez Pepín y Félix A. Gómez.
Previo a la masacre, hubo una campaña mediática desde un sector de la Iglesia Católica que condenaba las prácticas mágico-religiosas del movimiento liborista y lo acusaba de auspiciar el desorden e imponer la «lascivia y concupiscencia» en Palma Sola. Desde el Consejo de Estado se alentaba la acusación de que el movimiento recibía orientaciones de los remanentes de la tiranía trujillista, y podía ser causante de la crisis económica de la región y acopiar armas desde Haití.
Desde la embajada de Estados Unidos se «orientó» dispersar el «peligroso» movimiento, cuyo «Mesías» había sido perseguido y fusilado en 1922 por los marines durante la intervención militar (1916-1924).
El primer disparo escuchado por el general Rodríguez Reyes y el doctor Suzaña Herrera, lo realizó, según este último, el general Despradel Brache (El Maquito) quien tenía entrañable amistad con el coronel Caamaño y evitaba de esa forma que éste fuera rematado por un campesino que segundos antes lo había golpeado con un palo. El coronel Francisco Alberto Caamaño Deñó, dos años y cuatro meses después (1965) se convertiría en el líder de la Revolución de Abril.
Por: ANULFO MATEO PEREZ