Ante la amenaza de un descuelgue temprano, que apague las luces del estadio Cibao antes de Navidad, las Águilas apuestan a una de sus figuras más emblemáticas para alzar vuelo. A los 66 años, Tony Peña vuelve a sentarse en dugout de la Lidom en más de una década, su tercera incursión como capataz amarillo.
La última vez que fue llamado en una situación similar de crisis de resultados. Era el 30 de noviembre de 2009 para sustituir a Rick Sweet, pero resultó muy tarde para llevar el barco a puerto. Tomó al equipo con foja de 15-20 y, si bien tuvo marca de 10-5, las cuyayas cerraron la zafra con 25-25, a dos juegos del cuarto lugar que se quedaron los Toros (27-23).
Se trató de un equipo que atravesaba una cambio de ciclo tras protagonizar el tramo más exitoso de club alguno en la Lidom (10 títulos en 16 torneos) y Peña regresó la temporada siguiente (2010-2011), pero tampoco pudo hacer «magia» y se quedó fuera del round robin.
Esta vez, la gota que rebosó la copa y el derrame requirió su llegada como salvador fue el revés ante el Licey el domingo en Santiago, el sexto consecutivo del equipo, que en su casa juega para un pobre 1-8.
El exreceptor montecristeño trabajó por última vez en béisbol como coach de primera base de los Yanquis en la temporada 2017. En marzo de ese año dirigió al equipo dominicano en el Clásico Mundial de Béisbol, donde cayó en segunda ronda tras hacerlo campeón en 2013.
El equipo que hereda Peña marcha último en las clasificaciones (5-11), a dos juegos del cuarto lugar que ocupan Leones y Estrellas (7-9), como dato para apostar al optimismo.
Un pitcheo pobre
Pero las imparciales analíticas no responsabilizan a José Leger del mal arranque; apuntan a un pitcheo colectivo que tiene la peor efectividad de la liga (5.41), que también va último en WHIP (1.63) y a una defensa que no tiene competencia, ya con 29 errores cometidos.
De poco ha valido para subsanar esa hemorragia el hecho de que la ofensiva cibaeña se la que ha manufacturado más carreras 113, más del doble que los líderes en el standing, Gigantes, que solo han necesitado 54. Los 22 veces campeones esta vez han permitido 30 carreras más de las que han anotado.
Los brazos aguiluchos son los que más hits han permitido (159), carreras limpias (86), boletos (71), jonrones (11), los que más han golpeado (17) y más lanzamientos salvajes (9) han realizado. Ha fallado tanto la rotación (tienen la peor efectividad con 6.02) como el relevo (5.13) según Winter Ball Data. La oposición le batea para .293 con hombres en posición de anotar, también el peor desempeño.
Peña, que sacó al equipo campeón en 1998 y 2000 antes de irse a dirigir en las Grandes Ligas, advierte que tomó el puesto porque es «aguilucho» y que «no tiene una varita mágica».
«Todo el mundo sabe por lo que pasa el equipo de las Águilas pero sí les voy a asegurar algo, que a mí me dieron un grupo de enanos y mi trabajo es hacer que esos enanos produzcan. Y hacerlo lo mejor que se pueda para nosotros seguir hacia adelante», afirmó Peña.
El equipo anuncia que entre las incorporaciones para mejorar está la incorporación del derecho Dinelson Lamet, así como los infielders Christopher Morel y Elehuris Montero.
Gigantes, de líder
La fase regular del torneo se encamina a completar el primer tercio de recorrido con unos Gigantes punteros (11-4) con el mejor bateo (.268) y pitcheo (2.98), el equilibrio perfecto para acumular el más alto diferencial de carreras (+18). Detrás siguen Licey (9-7) y Toros (8-7).