24 de noviembre de 2024

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IAN, EL NIÑO DOMINICANO QUE LE GANO LA BATALLA SU TUMOR

La familia Cabrera en junio enfrentaba dos amenazas: una malformación desfigurante que crecía comprometiendo la visión del pequeño Ian Encarnación Cabrera, de 4 años; y el coronavirus que se interponía entre él y sus médicos en Nueva York. Esta es la historia de cómo superaron ambas.

Pero los  obstáculos de la pandemia no doblegaron la voluntad unos padres dominicanos por lograr que su hijo de cuatro años fuera operado en Nueva York. El pequeño de cuatro años había nacido con un tumor en el área ocular, que comprometía su visión y que fue creciendo hasta desfigurar parte de su rostro.

En su país de origen los médicos nunca atinaron con el diagnóstico. Lo que comenzó como una mancha en el ojo a los seis meses de nacido, se convirtió en una considerable protuberancia entre los párpados y la frente, que -con el tiempo- le arrebató la posibilidad de sonreír ante el espejo. “ Me decía: ‘Me veo muy feo, parezco un monstruo’”, recuerda su madre, Jenny Cabrera.

Decidida a encontrar una respuesta, indagó en Internet y en redes sociales hasta en 2019 dar con el doctor Gregory Levitin, especialista del Eye and Ear Infirmary de Mount Sinai quien, para su sorpresa, le respondió de inmediato y en español.

Como padre de una gemela que nació con una malformación congénita, él había estado en los zapatos de Cabrera 20 años atrás. Una experiencia que lo llevó a convertirse en uno de los más prestigiosos especialistas en marcas de nacimiento y malformaciones vasculares en el mundo.

“No quería que ningún otro papá o hijo tuvieran que pasar por eso. Es tan reconfortante para un padre al que le han dicho que no hay nada que hacer llegar a nuestra página web y saber que hay esperanza, una posibilidad que merece todo niño”, dice en conversación con Univision Noticias.

En pocas palabras: una maraña de vasos sanguíneos anormales que -en el caso de Ian- estaba localizada en una zona delicada de operar, muy cerca del nervio ocular.

“Estas malformaciones son las más peligrosas entre las marcas vasculares de nacimiento que existen, pues invaden los tejidos y destruyen vidas cuando se dejan sin tratar. Estoy convencido de que en el caso de Ian se hubiera apoderado de su ojo”, explica Levitin.

Cualquier médico no especializado hubiera descartado removerla: “ Este es el tipo diagnostico en el que te dicen que es muy peligroso operar o que simplemente no hay nada que hacer. Necesitas a un especialista. No estando en EEUU ese era el reto”.

Restricciones de viajes y cirugías canceladas
La familia logró recaudar los fondos y viajar en 2019 para una primera cirugía. Quitaron la mitad del tumor de 6×8 centímetros, pero aún quedaba una gran masa en el párpado superior. Debían regresar a Nueva York al año siguiente.

Pero vino la pandemia y Nueva York era nada menos que el epicentro en EEUU para entonces. Restricciones de viajes y el cierre del hospital en Nueva York complicaron la de por sí enrevesada logística.

La madre fue adelantando lo que pudo desde República Dominicana enviándole desde allá los estudios al doctor. “Sólo lo sacábamos de casa para los exámenes médicos, pero teníamos miedo porque en los centros de salud estaba el foco de contaminación más grande”, cuenta a Univision Noticias.

Las pruebas revelaron que la malformación se había ampliado. No había tiempo que perder.

En pocas palabras: una maraña de vasos sanguíneos anormales que -en el caso de Ian- estaba localizada en una zona delicada de operar, muy cerca del nervio ocular.

“Estas malformaciones son las más peligrosas entre las marcas vasculares de nacimiento que existen, pues invaden los tejidos y destruyen vidas cuando se dejan sin tratar. Estoy convencido de que en el caso de Ian se hubiera apoderado de su ojo”, explica Levitin.

Cualquier médico no especializado hubiera descartado removerla: “ Este es el tipo diagnostico en el que te dicen que es muy peligroso operar o que simplemente no hay nada que hacer. Necesitas a un especialista. No estando en EEUU ese era el reto”.

La familia logró recaudar los fondos y viajar en 2019 para una primera cirugía. Quitaron la mitad del tumor de 6×8 centímetros, pero aún quedaba una gran masa en el párpado superior. Debían regresar a Nueva York al año siguiente.

Pero vino la pandemia y Nueva York era nada menos que el epicentro en EEUU para entonces. Restricciones de viajes y el cierre del hospital en Nueva York complicaron la de por sí enrevesada logística.

La madre fue adelantando lo que pudo desde República Dominicana enviándole desde allá los estudios al doctor. “Sólo lo sacábamos de casa para los exámenes médicos, pero teníamos miedo porque en los centros de salud estaba el foco de contaminación más grande”, cuenta a Univision Noticias.