Estados Unidos actualizó este sábado el aviso de viaje que mantiene sobre Líbano -de nivel cuatro: no viajar– y ordenó, así, el inicio de la evacuación de parte de su personal de la Embajada en Beirut.
El Departamento de Estado emitió un comunicado en el que anunció que los funcionarios de la sede diplomática -que estén o no en misiones-, así como los empleados no esenciales estaban autorizados a solicitar su salida, mientras que el personal en su totalidad “tiene prohibido viajar por motivos personales sin permiso previo”, a raíz de la escalada de tensiones en el país.
A la par, el escrito insta a los ciudadanos estadounidenses en Líbano a abandonar el territorio “mientras aún haya opciones comerciales disponibles” ya que, de momento, “hay vuelos comerciales, con capacidad reducida” pero “si la situación de seguridad empeora, es posible que las opciones comerciales para salir no estén disponibles”.
“La Embajada de Estados Unidos recomienda encarecidamente a los ciudadanos estadounidenses que se encuentran en el sur del Líbano, cerca de las fronteras con Siria y/o en asentamientos de refugiados, que abandonen esas áreas de inmediato”, insiste el texto.
En ese sentido, el Departamento de Estado advirtió que es posible que, de darse una escalada en el conflicto, el consulado “no pueda ayudar a los ciudadanos estadounidenses que decidan permanecer en Líbano”, mientras que “los funcionarios consulares de la Embajada de los Estados Unidos no siempre pueden viajar para ayudarlos”, dados los riesgos que esto también implica.
Por tanto, señaló que quienes decidan hacerlo, deberán hacerlo bajo su propio riesgo y con la preparación adecuada para poder refugiarse si es necesario, advirtiendo que “se ha reducido la disponibilidad de camas en hospitales”, hay un “menor acceso a médicos” y se presenta “una reducción general de la atención rutinaria en instalaciones médicas”.
En tanto, para sus ciudadanos con planes de viaje al país, Washington pidió cancelar el desplazamiento “debido a la delincuencia, el terrorismo, los disturbios civiles, los secuestros, las minas terrestres sin explotar y el riesgo de conflicto armado”.
Tan solo una semana atrás, la Administración de Joe Biden había elevado la categoría de advertencia para Beirut tras considerar que la situación allí se había tornado “delicada y peligrosa” y requería de “un estado de constante vigilancia y preparación total”. Sin embargo, las ofensivas israelíes de los últimos días -que tuvieron su pico este viernes y sábado, con fuertes bombardeos en zonas de la capital en los que se abatió a Hassan Nasrallah, jefe de Hezbollah, entre otros- precipitaron el escenario, dejando a los países al borde de un conflicto de mayor magnitud.
En las últimas 24 horas, la frontera se convirtió en la zona más caliente de la guerra, con misiles enemigos cruzando el espacio aéreo, las sirenas de emergencia sonando a cada rato y algunos daños provocados por la caída de restos de los proyectiles en el Estado judío. Se estima que ya son más de 90 las amenazas detectadas entre Tel Aviv y Cisjordania, aunque no se lamentaron heridas o muertos.
A la par, las Fuerzas de Defensa han atacado al menos unos 140 sitios de producción de armas de la formación terrorista, entre ellos “una instalación utilizada para producir y ensamblar lanzamisiles y lanzacohetes en el sur del Líbano, así como otro sitio en el valle de Beqaa, que tenía como objetivo apoyar los esfuerzos de aumento de las fuerzas de Hezbollah”, según indicaron.
Ante esta “dramática escalada” el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, dijo estar “profundamente preocupado” y pidió el cese inmediato del “ciclo de la violencia”.