El profesor estadounidense de matemáticas Ari Nagel es joven (45 años) y saludable. Por eso es muy popular entre sus «clientas». ¿Qué profesión tiene?
Es inseminador. Cobrando precios salados, «dona» esperma y en el mundo lo conocen como «Sperminator». Es padre de 85 niños y otras 20 mujeres están embarazadas de él.
Pero tiene un problema: le han prohibido donar su esperma en Israel, en donde fue padre de algunos niños a través de inseminación artificial.
Según la ley de Israel, las mujeres sólo pueden usar esperma donado si se hace de forma anónima y hay un límite a la cantidad de donaciones que se pueden hacer. Varias mujeres se habían presentado en clínicas para pedir el esperma de Nagel y esto «va en contra de leyes y regulaciones del tema».
Este hijo de familia judía ortodoxa y ex alumno de yeshivá en Brooklyn (casa de estudio judía), ocupa su tiempo en enseñar en la universidad, mantener contacto con sus hijos, telefónicamente o en persona y donar su esperma.
El comienzo de las donaciones
Nagel vive en Nueva York, y comenzó su aventura como inseminador hace trece años años, «para darle una mano a una chica».
«Ayudé a dos mujeres de modo casi simultáneo, ambas en Manhattan, una lesbiana afroamericana y una judía ortodoxa que no encontraba pareja. Ahora, los hijos han cumplido trece años, viven a dos manzanas el uno del otro, y son de madres tan diferentes…», relata.
Su familia judía ortodoxa está avergonzada de lo que hace, según Nagel, y preferiría que «sentara cabeza y tuviera un matrimonio tradicional».
Pero Nagel dijo que es «imposible» estar en una relación mientras intenta ayudar a otras mujeres a concebir y no planea parar: «Mi corazón me dice que continúe. Sé y siento que hago lo correcto.
Si lo que hiciera estuviera mal, no se sentiría tan bien».
Nagel dijo que con frecuencia se reúne con sus hijos biológicos para jugar en grupo y enfatiza lo importante que es que conozcan a sus hermanos biológicos.
Muchas de las madres en EE.UU. se han convertido en amigas entre ellas, y Nagel viaja y visita, dentro de su país y fuera, a su muy extensa familia. Las mujeres cubren todos los gastos.
«En agosto de 2018 una mamá afroamericana dio a luz un bebé mío en la cárcel, días después nació uno en Taiwán y en Yom Kipur (día judío de la Expiación) nacieron dos en Israel: todos tienen la misma edad y yo soy el padre, pero uno es negro, el otro chino y dos blancos, uno es católico, el otro budista y los otros judíos, cada uno de un continente distinto», asegura Nagel.
Aparte de la inevitable dosis de narcisismo: «yo quería llegar a tener doce hijos varones, como Yacob, y pensé parar entonces… pero no paré», admite, y añade que también cree en un nuevo tipo de familia.