La única forma de tomar dimensión de la gravedad de la segunda ola de la pandemia en Brasil es ver la curva de la evolución de muertes diarias por COVID-19 desde marzo de 2020 hasta ahora. En junio del año pasado, cuando los hospitales de muchos estados comenzaban a colapsar, el país promediaba 1.000 decesos por día. Fueron casi tres meses en ese nivel de mortalidad, que parecía insuperable.
A finales de agosto comenzó un descenso que encontró su piso el 5 de noviembre, con 305 muertes en 24 horas (media móvil de siete días). Pero la realidad es que lo peor estaba por venir. Entonces comenzó la segunda ola, que dejó a la primera reducida algo casi insignificante.
En la tercera semana de enero de este año, Brasil volvió a la senda de las 1.000 muertes diarias por COVID-19. Pero en lugar de mantenerse en ese nivel, como había ocurrido en 2020, la curva se volvió aún más empinada. El 17 de marzo se superaron por primera vez las 2.000 muertes promedio, y el 1 de abril se llegó al pico de una media móvil de 3.117 decesos por día.
En las jornadas siguientes, se produjo un descenso que parecía quebrar la tendencia. Pero la esperanza duró poco. Luego de que el martes y el jueves se superaran las 4.000 muertes brutas en un solo día, la media móvil, que había bajado a 2.698 el lunes, volvió a subir hasta ubicarse en 2.821 este jueves.
Brasil registró 4.195 decesos el martes, 3.829 el miércoles y 4.249 este jueves, es decir, 12.273 en apenas tres días, casi la misma cifra que, por ejemplo, acumulan Egipto (12.290) o Bolivia (12.366) en toda la pandemia, de acuerdo con los datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS). El gigante latinoamericano es hoy el lugar del planeta donde se mueren más personas por coronavirus y acumula ya 345.025 fallecimientos en 13 meses.
Además, los casos confirmados subieron hasta los 13.279.857, después de que se reportaran el jueves 86.652 nuevos infectados con el SARS-CoV-2, según el boletín del Ministerio de Salud.
Bolsonaro, contra “el clima de pavor”
El
presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, durante ceremonia en Palacio Planalto (Reuters/ Ueslei Marcelino)
El presidente Jair Bolsonaro, negacionista sobre la gravedad del virus, criticó este jueves en su transmisión semanal vía redes sociales el “clima de pavor” instalado en la sociedad por la grave crisis sanitaria, algo que, según dijo, “no ayuda a salvar vidas”.
Brasil es el segundo país con más fallecidos y más casos confirmados de la enfermedad, después de Estados Unidos, y afronta actualmente la peor fase de la pandemia con los hospitales públicos desbordados ante el crecimiento de los ingresos por COVID-19.
Casi un tercio de las muertes reportadas el jueves ocurrieron en San Pablo, el estado más desarrollado y poblado del país, donde las autoridades locales informaron 1.299 fallecidos en el último día, la segunda peor marca de la región.
Un paciente es tratado en la UCI del Hospital Municipal de Parelheiros en San Pablo, el 8 de abril de 2021 (Reuters/ Amanda Perobelli)
El director de la Agencia Nacional de Vigilancia Sanitaria de Brasil (Anvisa), Antonio Barra Torres, admitió que la pandemia “está lejos de su final”.
“No hay entre nosotros la convicción de que la peor fase haya pasado”, afirmó con resignación en una comparecencia ante una comisión del Senado.
Este nuevo récord llega en un día en que el pleno del Supremo Tribunal Federal contrarió nuevamente a Bolsonaro y respaldó el cierre de las iglesias y templos, que había sido autorizado por uno de los 11 magistrados del alto tribunal, con el apoyo del mandatario.
Un
paciente que padece COVID-19 es transportado a un hospital de campaña instalado en el gimnasio deportivo Dell’Antonia en Santo Andre, en las afueras de San Pablo, el 7 de abril de 2021 (Reuters/ Amanda Perobelli)
Una comisión investigadora que inquieta al Gobierno
Otro juez del Supremo, Luís Roberto Barroso, ordenó este jueves al Senado instalar una comisión de investigación para determinar si hubo “omisiones” por parte del Ejecutivo en el manejo de la pandemia.
El presidente del Senado, Rodrigo Pacheco, dijo que acatará el dictamen, aunque a su juicio es “equivocado” porque no es el momento para ello. La comisión empezará a funcionar la próxima semana.
La decisión de Barroso es un nuevo revés para la Administración de Bolsonaro, pues podría incrementar el desgaste que viene sufriendo en los últimos meses el jefe de Estado, cuya popularidad ha caído, cuando falta un año y medio para las próximas elecciones presidenciales, a las que pretende presentarse.
Rodrigo Pacheco, presidente del Senado de Brasil (Reuters/Adriano Machado)
La segunda ola de la pandemia se acelera desde hace semanas empujada por la circulación de variantes del virus consideradas más infecciosas, como la de Manaos, conocida como P.1 y ya predominante en varias regiones del país, y la británica. Los científicos, que ya habían alertado de que Brasil se podría convertir en un “laboratorio mundial” de nuevas cepas del coronavirus por su alta incidencia, investigan otros dos nuevos linajes surgidos en el país con un gran número de mutaciones, algunas de ellas vinculadas a un mayor poder de infección.
Con las unidades de cuidados intensivas llenas al 90 buena parte del territorio nacional, el sistema público de salud brasileño lidia también con la escasez de medicamentos esenciales para los pacientes más graves con COVID-19, como sedativos, analgésicos y en algunos casos oxígeno.
Al mismo tiempo, la campaña de vacunación, que empezó el pasado 17 de enero, avanza poco a poco. Hasta la fecha han recibido la primera dosis un 10% de los 212 millones de brasileños.