Dajabón, RD.
Una hilera de personas con pantalones arremangados y descalzos para proteger los zapatos atraviesa un río: son haitianos que diariamente cruzan hacia República Dominicana para trabajar, eludiendo los pasos fronterizos formales y la posibilidad de ser extorsionados.
Comerciantes y trabajadores agrícolas, domésticos o de construcción llegan a Dominicana en la mañana y vuelven a Haití por la tarde, dinámica habitual en esta porosa frontera de 380 km, que el gobierno de Santo Domingo prometió reforzar con una verja.
Al alegar que busca reducir la migración ilegal, la trata de personas y el contrabando, el presidente Luis Abinader anunció el 27 de febrero que la barrera comenzará a construirse en el segundo semestre de 2021.
Sin embargo, en el fronterizo Dajabón, a 225 km de Santo Domingo, hay escepticismo entre haitianos y dominicanos.
Habitantes de la zona entrevistados por la AFP acusan a militares de cobrar mínimo 1,000 pesos (USD$18) para dejar pasar a haitianos que en su mayoría no tienen documentos de identidad en esa zona y pedir una visa se hace imposible.
Quienes tienen visado o un carnet fronterizo por lo general viajan en buses que van de un país al otro y paran en la aduana. Pero es una minoría, comparado con la cantidad de gente que cruza el Masacre, un río bautizado así tras el asesinato de unos 30,000 migrantes haitianos, entre hombres, mujeres y niños, ordenado por el dictador Rafael Trujillo en 1937.
«Muralla china»
El tema migratorio ha sido un frecuente punto de fricción en la relación históricamente difícil de Dominicana con Haití, el país más pobre del hemisferio y con el que comparte la isla La Española.
«Esto no va a resolver nada en absoluto, porque los que vienen de manera ilegal pagan dinero [en los pasos oficiales] para que los crucen», dijo a la AFP Willer Jean, haitiano de 33 años que trabaja en una escuela dominicana.
Iván Reina, dominicano de 30 años, coincide. «Aunque construyamos un muro del tamaño de la muralla china, mientras se le siga cobrando (…) a una persona por cruzar la frontera, no tendrá sentido».
En Dominicana, con 10.5 millones de habitantes, viven cerca de 500,000 haitianos, según la Encuesta Nacional de Inmigrantes. Adicionalmente millares cruzan la frontera, ida y vuelta, cada día, la mayoría por trochas.
La propuesta de una verja llega después de planes de regularización de indocumentados, pero también de deportaciones masivas.
«Es un proyecto que ningún gobierno había osado preparar», apuntó a la AFP el director de Migración, Enrique García. «No es una simple verja (…), contempla asuntos tecnológicos de reconocimiento facial, de huellas dactilares, de cámaras infrarrojas».
Pero como muchos en Dajabón, que bordea el límite entre los dos países, su alcalde, Santiago Riverón, duda.
«Hay que hacer un muro, pero un muro de empresas, de industrias» que ayuden a los haitianos a subsistir, señaló. «Cuando un individuo está trabajando no piensa emigrar a otra parte. Si los haitianos están bien, nosotros estaremos bien».
¿Verja u hospital?
Por el puente fronterizo, una avalancha de haitianos pasa velozmente para laborar en el mercado binacional Dajabón, que funciona lunes y viernes en una especie de zona franca antes de llegar a la aduana.
Militares abren a las 8H00 un portón blanco con manchas de óxido y dos escudos de la República Dominicana. La gente empieza a pasar entonces con carretillas, ollas, cajas y bolsos para vender ropa -muchas veces recibida a través de donaciones-, pañales, artículos de aseo y otras mercancías.
La mayoría de los haitianos evita hablar con la prensa, muchos por miedo. «Los indocumentados reciben tratos muy malos (…). Yo me he sentido indignado por ver cómo tratan a los indocumentados», comenta Jean.
Algunos en la frontera ven con buenos ojos la propuesta de un muro.
«Dicen que van a construir un muro. Quiera Dios que sea construido», expresó a su vez el dominicano Carlos Mateo, de 43 años. «República Dominicana se llenó de haitianos».
Elias Pie, haitiano de 38 años, apoya la idea, pues cree que mejorará la seguridad.
Pero María Altagracia Pérez, dominicana de 63, la rechaza. «Esa verja cuesta tantos millones y aquí pararon la construcción de un hospital. La gente se muere por falta de un médico», se quejó.
Abinader y su par de Haití, Jovenel Moise, firmaron en enero un acuerdo que prevé, entre otros puntos, un compromiso de Dominicana de ayudar a construir hospitales con fondos internacionales en el país vecino y así descongestionar sus centros de salud.
Al caer la tarde, el oxidado portón blanco en Dajabón se cierra hasta el otro día.