24 de noviembre de 2024

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La dura batalla de ser trans en el país que más mata transgéneros en el mundo

Sao Paulo, 5 feb (EFE).- Desde niña, Isabella Souza ha sufrido palizas y abusos y sentido de cerca el miedo a la muerte por el hecho de ser trans. Su realidad es compartida por miles de personas transgénero en Brasil, el país donde más se mata a esta población en el mundo.

«Mi padre siempre me pegaba porque soy trans. Yo no podía vestirme como una chica, él me llevaba al salón para cortarme el pelo y me pegaba todos los días. Una vez tuve que ir a la escuela con gafas por los moretones», cuenta Isabella, hoy con 23 años, en una entrevista con Efe.

«Hay gente que viene con cajas de huevos podridos y nos los tiran, con extintores, vasos con orina. Los policías vienen a pegarnos. Nosotras ya hemos pasado por mucho», lamenta Isabella, quien pese a todas las cicatrices exhibe una gran sonrisa.

Solo en 2020 al menos 175 personas trans -todas mujeres- fueron asesinadas en Brasil, lo que equivale a un asesinato cada dos días, según los datos divulgados esta semana por la Asociación Nacional de Travestis y Transexuales (Antra).

Las cifras, nuevo récord para el país, confirman al gigante suramericano como la nación más mortal para personas trans en el mundo.

«Ser trans es una batalla diaria. Tienes que luchar contra todo el mundo, contra una sociedad entera, contra una política que quiere exterminarte. Luchas por el simple acto de existir», dice Susy Muniz, de 28 años.

Susy trabaja actualmente como agente social y tiene su propia casa, pero, antes, se prostituyó durante años.

«Para mí era mucho más atractivo que un hombre me hallara sexy, me mirara como un objeto sexual, a que me viera como un blanco que pudiese matar o zurrar en cualquier momento», recuerda.

De acuerdo con los datos de Antra, cerca de un 90 % de las mujeres trans brasileñas encuentran en la prostitución su única forma de supervivencia.

«La sociedad les va dejando al margen y son tan olvidadas, aisladas, silenciadas y atacadas que acaban aceptando que es lo único que pueden ser», dice André Ribeiro, psicólogo en una casa de acogida de mujeres trans en el centro de Sao Paulo.

UNA RUTINA MARCADA POR LOS PREJUICIOS

La esperanza de vida de una mujer trans en Brasil es de escasos 35 años. Pero la violencia no se traduce solamente en agresiones. Incluso las cosas más simples, como ser reconocidas por su nombre social o transitar por espacios públicos suponen un desafío diario.

«El otro día estaba en el baño público del metro y una señora me dijo que era un servicio femenino. Se quejó al guarda, quien vino y me dijo que yo no podía estar allí», cuenta Elasarah Madalena.

«Si voy al baño masculino, ¿qué crees que me van a hacer? Me van a molestar, intentar abusar de mí, pueden querer pegarme, mil cosas pueden pasar», denuncia.

A pesar de los «prejuicios diarios», Elasarah asegura que por fin es feliz. Tras intentar quitarse la vida en repetidas ocasiones -la primera cuando tenía tan solo 11 años- decidió, a los 32 años, aceptar su esencia de mujer y empezar el proceso de cambio de género, aunque no ha sido un camino fácil.

«Todo ser humano que transmuta sufre hasta aceptarse. Muchos incluso no consiguen y se quitan la vida antes, ya sea por la religión o por la familia», lamenta, conmocionada.

CRECE LA VIOLENCIA Y TAMBIÉN LOS SUICIDIOS

Y es que, de acuerdo con los datos de Antra, los suicidios entre la población trans igualmente viene creciendo año tras año.

En 2020, fueron registrados 23 suicidios, frente a los 15 contabilizados en 2019.

Pese a las «dificultades» de monitorizar este tipo de suceso, Antra refuerza en su reporte anual que, así como son las mayores víctimas entre «los índices de asesinato, son las travestis y mujeres trans que enfrentan el mayor número de suicidios».

Para Susy, sin embargo, se trata de «homicidios psicológicos», ya que las «personas trans no se suicidan, ellas son empujadas a eso».

Denuncia además que el grado de crueldad observado en los crímenes transfóbicos igualmente viene aumentando en Brasil.

«Los datos de Antra revelan el nivel de crueldad de los asesinatos, que uno no imagina que pase en Brasil. Personas quemadas, apedreadas, ahorcadas, personas que tienen su corazón arrancado. Una violencia mucho mayor que en otros casos de homicidio», sostiene Susy, quien, hace unos años casi fue asesinada por una treintena de hinchas de un conocido club paulista.

A pesar de los números alarmantes, la agente social recuerda que la existencia de las personas transgénero no puede ser resumida tan solo a su transexualidad, porque «los trans somos mucho más que solo cuerpos trans».

«Es muy difícil. Duele, cansa, agota tener que luchar todo el tiempo. Nosotras solo queremos vivir, ser nosotras mismas, poder soñar y ser felices», matiza.