Steven Sund, el jefe de la Policía del Capitolio, dejará el cargo a partir del 16 de enero, según anunció el propio funcionario en una carta de renuncia presentada este jueves.
La renuncia es anunciada luego de que esta fuerza de seguridad recibiera duras críticas por permitir el asalto de cientos de manifestantes pro-Trump al Capitolio este 6 de enero. El anuncio se produce poco después de que el jefe del sindicato del departamento pidiera un «cambio en el liderazgo».
Los oficiales están «frustrados y desmoralizados» con la forma en que la falta de liderazgo socavó la respuesta a la turba, dijo en un comunicado Gus Papathanasiou, presidente del sindicato.
El asalto al Capitolio fue una crónica de un caos anunciado: ha sido tildada como un “fracaso desastroso” la respuesta de las fuerzas policiales a una turba que había advertido, repetidamente y desde hace meses, de sus intenciones, según indicaron especialistas en seguridad alrededor del país el día después de la invasión.
Al ser una agresión previsible era, por lo tanto, prevenible. Sobre todo porque no era un día cualquiera, sino la fecha de una congregación importante en la cual iban a estar presentes en un mismo recinto todos los congresistas de ambas cámaras legislativas y hasta el vicepresidente.
Un policía del Capitolio frente a varios seguidores violentos de Donald Trump, ataviados con playeras a favor del presidente saliente y alusivas a la teoría de conspiración infundada Q Anon
Los partidarios de Trump llevaban semanas organizándose por medio de chats en línea y de eventos públicos en Facebook, donde hablaron de manera detallada de sus planes para escabullir armas a Washington D.C. e hicieron amenazas de violencia para su marcha para intentar revertir el resultado del voto electoral y del voto popular.
De hecho, en los alrededores del Capitolio (en las sedes de los comités nacionales republicano y demócrata) se encontraron por lo menos dos dispositivos explosivos, que fueron desactivados. Los vándalos pro-Trump no solamente irrumpieron en el edificio, sino que rompieron ventanas, se llevaron podios, quitaron banderas estadounidenses y escalaron andamios puestos para la toma de posesión de Joe Biden, el 20 de enero.
Además, lo sucedido en el Capitolio federal ya se había visto, en menor nivel, en sedes de congresos estatales.
El precedente más infame era de apenas unos meses, cuando un grupo de milicianos de derecha irrumpió en las oficinas del Gobierno de Michigan y después salió a la luz que habían hecho entrenamientos y planes para intentar secuestrar a la Gobernadora Gretchen Whitmer.
“Dado lo que hemos visto en los últimos meses esto no debiera haber sorprendido [a las autoridades]. Si uno cree que una cantidad considerable de gente va a llegar y probablemente ponerse violenta o dañar edificios uno se asegura de tener más oficiales”, indicó Carmen Best, quien dirigió por años la policía de Seattle, a NBC News, cadena hermana de Noticias Telemundo.
Cuando Trump aprovechó su discurso en el mitin de rechazo al resultado electoral, apodado Save America (Salven a Estados Unidos), para incitar a los que acudieron a “marchar” hacia el Capitolio, las autoridades tuvieron también algo de tiempo para movilizar a más oficiales al resguardo del Congreso. Eso no sucedió.
Aun en el caso en que las agresiones de la turba pro-Trump realmente hubieran tomado tan por sorpresa a las autoridades, el Capitolio sigue siendo uno de los edificios de Gobierno más importantes del país, que debiera estar fuertemente custodiado.
Dentro del Capitolio no solamente están las salas de reunión del Senado y de la Cámara de Representantes, sino oficinas con documentos sensibles, computadoras con datos confidenciales, estatuas, arte y libros con un invaluable valor histórico.
Por ello, en un día cualquiera el Congreso es fuertemente resguardado, especialmente los accesos. El edificio tiene su propio departamento policial de 2,000 oficiales. Los expertos en seguridad siguen sin comprender cómo se vieron tan fácilmente rebasados.
“Cada día entrenamos y revisamos presupuestos para asegurarnos de que algo así nunca suceda. El que haya pasado… no entiendo cómo”, le dijo Kim Dine, quien dirigió la policía capitalina entre 2012 y 2016, al diario The Washington Post.
Sin poderío, en contraste con otras protestas
En otras marchas hacia el Capitolio y en la vicinidad la respuesta de fuerzas policiales y de seguridad ha sido mucho más contundente y agresiva.
Elementos de la Guardia Nacional en Washington D.C. el 2 de junio de 2020, durante protestas contra la muerte de George Floyd.
El año pasado, en las protestas en Washington D.C. después de la muerte de George Floyd, el hombre negro que murió asfixiado cuando un oficial le puso la rodilla al cuello, había por lo menos 10 integrantes de la Guardia Nacional apostados en cada escalón frente a sitios importantes como el Monumento a Lincoln.
El miércoles no se vio lo mismo.
Los oficiales «no estaban preparados para el tamaño de la protesta» de este 6 de enero, opinó un exintegrante del FBI, David Gomez, a The Wall Street Journal.
Esta semana, después de que fue convocada la Guardia Nacional, la respuesta tardó varias horas a pesar de que ya había gente armada y violenta dentro de uno de los edificios del Gobierno federal.
En las manifestaciones por justicia racial de junio de 2020 hubo más oficiales de la Guardia Nacional y tropas usados para dispersar a personas para que Trump pudiera tomarse una foto en frente de una iglesia de las que había ya desplegadas la mañana de este miércoles.
El año pasado “a las personas negras y a los progresistas que se manifestaban pacíficamente les lanzaron gas lacrimógeno, los arrestaron de inmediato, les dispararon desde un inicio con balas de goma”, indicó Derrick Johnson, de la Asociación Nacional para el Progreso de las Personas de Color (NAACP, en inglés).
Este enero, la policía estaba en uniforme normal, sin herramientas antimotines como los vistos el verano.
Los seguidores violentos de Trump que irrumpieron en el Capitolio quitaron banderas estadounidenses y colgaron telas alusivas al presidente saliente.
“Sin duda alguna hay un doble estándar”, señaló la representante demócrata por Ohio Marcia Fudge al diario USA Today.
Hubo más de 400 arrestos a lo largo de tres días en las protestas del año pasado, por cargos como daños a la propiedad pública y participar en disturbios públicos.
Ninguna de esas personas irrumpió en un edificio de Gobierno.
En contraste, para la mañana de este jueves habían sido arrestadas solamente 69 personas vinculadas al asalto al Capitolio, y casi todas por cargos muy menores como no seguir el toque de queda.
Una advertencia para el futuro
Por el momento, la Guardia Nacional seguirá apostada en Washington D.C. y el toque de queda decretado por la alcaldesa Muriel Bowser seguirá hasta, por lo menos, el 21 de enero.
Algunos especialistas opinaron que la policía del Capitolio probablemente nunca se imaginó que la situación fuera a crecer tanto, y destacaron que a veces los oficiales no pueden hacer tanto cuando ciertos líderes políticos les dan legitimidad a personas violentas como las que irrumpieron el miércoles.
Donald Ritchie, antes historiador para el Senado, dijo que a lo largo de la historia estadounidense ha habido muchas protestas frente a ese edificio del Gobierno sin violencia similar.
“Lo que pasó es completamente inusual respecto a cómo los estadounidenses se manifiestan o se congregan o muestran su sentir político”, dijo Ritchie a The Wall Street Journal. “Sorprende que haya crecido, igual que creo que sorprendió mucho a la policía”, agregó.
Algunos partidarios de Trump han argumentado falsamente que había presuntos «infiltrados» del movimiento Antifa que, supuestamente y sin que haya evidencia alguna, buscaban hacer quedar mal a los seguidores del presidente saliente, pero eso ha sido ampliamente desmentido, especialmente por el hecho de que varias personas retratadas dentro del Capitolio han sido vistas en muchas protestas conservadoras o mitines a favor de Trump.
Uno de ellos incluso ha sido identificado como uno de los grandes promotores de la conspiración infundada de Q Anon, cuyos miembros favorecen a Trump. El mismo Trump tuiteó un video por la tarde del miércoles expresando su afecto por los vándalos del Capitolio, quienes dijo «son especiales», que «los amamos», en un tono muy distinto al que Trump siempre ha tenido de fuertes críticas y acusaciones hacia gente de Antifa (o que él piensa que es de Antifa).
La irrupción en el Capitolio “es lo más cercano a un ataque tipo 11 de septiembre en el sentido de que nadie había hecho algo así antes”, dijo a The New York Times el investigador Chuck Wexler.
Por tanto, expertos como Wexler señalaron que el ataque del miércoles debe servir como advertencia.
El problema y el temor a partir de ahora es: dada la respuesta a lo sucedido el miércoles, ¿hasta dónde más van a creer los milicianos o seguidores violentos de un político que pueden salirse con la suya?
“Mi predicción es que esto va a empeorar”, indicó a NBC News un oficial.