
Santo Domingo, República Dominicana. – Hay lugares que al cerrar dejan tras de sí un largo suspiro colectivo y uno de esos espacios es el Hotel Santo Domingo, una joya de concreto y caoba que durante más de cuatro décadas fue sinónimo de elegancia, diplomacia y vida social en el corazón del Caribe, ese mismo mar sobre el que se recuesta su silueta de líneas modernas que pronto desparecerá, aunque quedará en la memoria de la ciudad.
Situado en la Avenida Independencia esquina Abraham Lincoln, fue inaugurado el 27 de febrero de 1975, con motivo de la Asamblea del Banco Interamericano de Desarrollo y marcó un antes y un después en la historia de la hospitalidad dominicana. Empezó como un proyecto de Estado, para dotar a la ciudad capital de un hotel de categoría internacional, en un contexto donde la infraestructura turística aún era limitada.
La clase media aspiraba y la clase alta aterrizaba
Entrar allí era como pasar a otra dimensión, dejando atrás el ruido del tráfico y los avatares citadinos. Un aura discreta y sofisticada envolvía todo, el piso brillaba como espejo, el espacio olía a gardenias y las recepcionistas sonreían de manera espontánea y natural. Como en los anuncios de televisión.
Por ese lobby elegante, de mullidos sofás, detalles moriscos y palmeras, desfilaron diplomáticos, artistas, presidentes, misses, ministros y viajeros frecuentes que sabían que el verdadero lujo no era ostentoso: era silencioso, cómodo, predecible. Una habitación con vista al jardín, un jugo de piña a la temperatura perfecta, un camarero que recordaba tu nombre.
Según registros de la época, en su pico de operación a fines de los 90, el hotel contaba con 215 habitaciones, incluyendo 4 suites ejecutivas y una presidencial. Más de 200 empleados. Una ocupación promedio del 70% en temporada alta y salones para eventos que eran los más apetecidos.
De igual modo, en su helipuerto y de manera discreta, subían y bajaban de las nubes empresarios, artistas y funcionarios.
Bar Las Palmas: beber y bailar con clase
Si aquel hotel era el cuerpo, el bar Las Palmas era el alma. Ubicado junto a la piscina, con sillas de mimbre y faroles de hierro forjado, era un oasis donde escuchar y bailar música en vivo, sobre todo con orquestas como Los Paymasí o Los Diplomáticos de Haití, acompañaba el tintineo de las copas y las risas nocturnas.
Cuántos de nuestros lectores habrán celebrado allí sus cumpleaños, ascensos, despedidas. También se rumorea que allí se detectaban infidelidades y era donde luego se celebraban las reconciliaciones.
Happy hours, con dos tragos por uno, merengue en vivo los viernes y jazz los miércoles. Y aunque dicen que los tragos eran caros, sabían distinto porque eran los tragos del lugar correcto, a la hora justa. En los años 90, Las Palmas promediaba más de 200 visitantes por noche, muchos de ellos no huéspedes, sino habitantes de la ciudad que buscaban una esquina elegante para ver pasar la vida.
Uno de los cócteles más famosos entre las mujeres era el Medias de Seda, que se caracteriza por su sabor dulce y cremoso, con un toque frutal proporcionado por la granadina. Es perfecto para quienes disfrutan de bebidas suaves y elegantes y aquí les compartimos un shot de nostalgia:

A fineales de los 90, el hotel contaba con 215 habitaciones.
Durante más de tres décadas, por los salones, habitaciones, pasillos y jardines interiores del Hotel Santo Domingo, desfilaron las más variopintas personalidades de alta prosapia y renombre internacional. Se celebraron muchos congresos médicos, asambleas, cenas de gala, bodas de alcurnia y también se brindó por la democracia. Se firmaron acuerdos políticos y hasta se celebraron cumpleaños presidenciales.
Una crónica de 1992 en El Caribe menciona que “en los jardines del Hotel Santo Domingo se han tomado más decisiones de Estado que en muchos ministerios”.
Declive, abandono… y ahora transformación
Esta propiedad, de fachada sobria de característico color mostaza y que fue un ícono de la ciudad, fue adquirido y pasó a formar parte del conglomerado de Costasur Dominicana, vinculada al grupo Central Romana Corporation (Grupo Fanjul), desde los 90s y operado como hotel privado hasta su cierre en 2013. Ahora, en 2025, el Estado dominicano (vía expropiación) declaró los terrenos de utilidad pública y dará paso a un nuevo Centro de Convenciones.
Cuenta la historia que, como en todo negocio, si la competencia se pone las pilas y el capital encuentra un nicho, todo cambia. Como cambiaron los gustos de la clientela global que empezó a ver nuevos neones en nuevas y antiguas propiedades turísticas de la ciudad, más modernas quizás y el público empezó a migrar a otros espacios. Las instalaciones del Santo Domingo, aunque bien cuidadas, comenzaron a envejecer y, aunque su alma seguía intacta, el cuerpo pedía descanso.
Fue en 2013 cuando la empresa entendió el mensaje y el Hotel Santo Domingo cerró sus puertas definitivamente y al día de hoy solo se ven las ruinas silenciosas y polvorientas, condenadas por el abandono.
Punto final o nuevo comienzo
El pasado 17 de mayo de 2025, el Gobierno dominicano anunció oficialmente el cierre de este capítulo: mediante el Decreto 214-24, el terreno fue declarado de utilidad pública y traspasado al Estado para dar paso al Centro de Convenciones de Santo Domingo, cosa que ya pertenecía al gobierno y cosa que no comprendemos de RD.
- El terreno —de unos 67 000 m², de los cuales 34 000 m² se utilizarán en la primera fase— será demolido en las próximas semanas.
- La empresa Costasur Dominicana, filial de Central Romana Corporation, era la propietaria original. La operación se realizó por vía de expropiación, con compensación conforme a ley.
- El nuevo proyecto, con apoyo de IFEMA (España), transformará esta esquina en el corazón del turismo de eventos, congresos y negocios de la región.
Así, el lugar donde antes se brindaba por aniversarios y tratados ahora tendrá salas para plenarias, foros internacionales y ferias comerciales.
No era un hotel, era una época
Un día de estos las grúas asomarán y los planos de la nueva arquitectura desplazarán los recuerdos. Para quienes vivieron su esplendor, el Hotel Santo Domingo no era solo un hospedaje: era una declaración de ciudad, de modernidad tropical, del buen gusto sin pretensiones “de aquella época.”
Y no volverá, al menos no como era. Pero algunos lugares —como ciertos amores— se quedan donde más importa: en la memoria de quienes supieron quererlos.