
Este lunes16 de junio se cumplen 81 años desde que George Junius Stinney Jr., un adolescente afroamericano de apenas 14 años, fue ejecutado en la silla eléctrica en Carolina del Sur, convirtiéndose en el reo más joven del siglo XX en ser condenado a muerte en Estados Unidos.

Stinney fue acusado en marzo de 1944 del asesinato de dos niñas blancas (Betty June Binnicker, de 11 años, y Mary Emma Thames, de 7) cuyos cuerpos fueron hallados golpeados junto a las vías del tren en el condado de Clarendon, Carolina del Sur. La policía lo detuvo sin pruebas sólidas y sin la presencia de sus padres ni abogados durante el interrogatorio. Según las autoridades, George habría confesado el crimen, aunque esa supuesta confesión jamás fue documentada ni firmada.

El juicio se celebró un mes después, el 24 de abril de 1944, en una sola jornada. El jurado, compuesto exclusivamente por hombres blancos, tardó apenas 10 minutos en declarar culpable al menor. Su defensor público no presentó testigos, no apeló la condena y permitió que el juicio se desarrollara sin garantías.
George fue sentenciado a morir en la silla eléctrica, y su ejecución se llevó a cabo menos de tres meses después del crimen, el 16 de junio, sin que se realizara ningún proceso de apelación.
El adolescente, que pesaba menos de 45 kilos, fue ejecutado en la Penitenciaría Estatal de Carolina del Sur. El casco de la silla le quedaba grande, y al activarse la corriente, el electrodo se soltó debido a su tamaño, obligando a los funcionarios a reiniciar el procedimiento. George murió con una Biblia entre las manos, sin entender por qué lo mataban.
Revisión del caso George Stinney
Su caso, que en 2014 fue anulado por la justicia tras décadas de denuncias por irregularidades, se mantiene como uno de los ejemplos más dolorosos de racismo judicial y violación de derechos fundamentales en la historia estadounidense.

El caso fue revisado por la jueza Carmen T. Mullen, quien concluyó que el juicio estuvo plagado de «violaciones fundamentales y constitucionales» y lo declaró nulo. La magistrada criticó duramente la forma en que la policía obtuvo la supuesta confesión, el rol pasivo del defensor público y la completa ausencia de pruebas materiales. Además, se conoció que la hermana de George había declarado que su hermano se encontraba con ella en casa durante el momento del crimen, pero su testimonio fue ignorado.
La historia de George Stinney resurgió en la literatura y el cine, convirtiéndose en símbolo de la lucha contra la discriminación racial. Su caso ha sido abordado en la novela Carolina Skeletons, adaptada también a la televisión, y ha inspirado campañas por la reforma del sistema penal juvenil y por la revisión de condenas históricas afectadas por el racismo estructural.
Hoy, cuando en muchos estados de EE. UU. se sigue debatiendo la legalidad de la pena de muerte y se denuncian desigualdades raciales en la aplicación de justicia, el nombre de George Stinney vuelve a cobrar fuerza como un recordatorio de los errores que no deben repetirse. Organizaciones de derechos humanos insisten en que su caso es una herida abierta en la historia del país y una advertencia sobre los peligros de un sistema que, en ocasiones, castiga más la pobreza y el color de la piel que los hechos comprobables.
Este 16 de junio, distintas entidades en Carolina del Sur y grupos afroamericanos han convocado actos de reflexión en memoria de Stinney, reclamando no solo justicia simbólica, sino una reforma profunda del sistema penal y judicial estadounidense.