
El cuerpo del papa Francisco permanece expuesto desde hace varios días ante miles de fieles en la Basílica de San Pedro, gracias a un complejo procedimiento médico que ralentiza su descomposición natural. Entre las técnicas aplicadas destacan el drenaje en sangre, la transfusión inversa y los masajes corporales, según explicaron expertos vinculados al protocolo funerario vaticano.
A pesar de estos cuidados, en el rostro del pontífice fallecido se hace evidente lo que en medicina se conoce como el “Rostro Hipocrático”, una condición que aparece en los cuerpos al final de la vida o tras la muerte, y que se manifiesta con ojos hundidos, ausencia de expresión facial, color grisáceo en la piel y una nariz afilada. Estos signos visibles se deben a la reducción del flujo sanguíneo en las zonas no vitales del cuerpo.
Los moretones que han sido comentados en los últimos días por quienes han visto el cuerpo del papa se corresponden, precisamente, con este fenómeno. Lejos de ser una anomalía, se trata de las marcas naturales del proceso post mortem, que, pese a los esfuerzos técnicos por conservar el cuerpo, reflejan el inevitable paso del tiempo tras la muerte.
Las medidas aplicadas tienen como objetivo principal permitir una despedida prolongada por parte de los fieles y garantizar que el cuerpo del pontífice luzca digno y sereno mientras permanece expuesto al público.