
Tras la muerte del Papa, todos los jefes de los dicasterios y consejos pontificios, incluido el secretario de Estado, cesan inmediatamente en sus funciones. Solo permanecen en sus cargos el camarlengo, el penitenciario mayor y el vicario general para la diócesis de Roma. La transición papal, así como los funerales, están regidos por el Ordo Exsequiarum Romani Pontificis, el libro litúrgico que fue recientemente modificado por el papa Francisco con el objetivo de simplificar el ritual de las exequias pontificias.
La Constitución Apostólica Universi Dominici Gregis, que regula la vacante de la Sede Apostólica y la elección del nuevo Romano Pontífice, describe con precisión en su artículo 17 las funciones del camarlengo. Según el texto, una vez recibida la noticia de la muerte del papa, el camarlengo debe verificarla oficialmente en presencia del maestro de las celebraciones litúrgicas pontificias, algunos prelados clérigos y el secretario y canciller de la Cámara Apostólica, quien extiende el acta oficial del fallecimiento.
Entre sus tareas inmediatas figura el sellado del estudio y la habitación privada del pontífice. No obstante, se permite que el personal doméstico permanezca en el apartamento papal hasta después del sepelio, momento en el que el recinto es clausurado completamente. Asimismo, el camarlengo debe tomar posesión del Palacio Apostólico Vaticano, así como de los Palacios de Letrán y Castel Gandolfo.
Guardián de los bienes temporales
Además de sus deberes ceremoniales, el camarlengo desempeña un papel crucial en la administración económica del Vaticano durante la sede vacante. Como presidente de la Cámara Apostólica —el órgano financiero del aparato administrativo pontificio—, está encargado de custodiar y gestionar los bienes y derechos temporales de la Iglesia.
La Constitución Apostólica Pastor Bonus, en su artículo 171, define su triple función administrativa durante este período: solicitar informes patrimoniales y financieros a todos los organismos de la Santa Sede; requerir los balances consolidados del año anterior y el presupuesto del año en curso al Consejo de Asuntos Económicos; y, cuando sea necesario, solicitar a la Secretaría para Asuntos Económicos cualquier información adicional sobre la situación financiera del Vaticano.
En el proceso de elección del nuevo pontífice, regulado también por Universi Dominici Gregis, el camarlengo desempeña un rol clave. Junto a los cardenales decanos, debe convocar las congregaciones generales y preparar la residencia de Santa Marta, donde se alojan los cardenales electores durante el cónclave. También coordina los alojamientos del personal esencial, como ceremonieros y el secretario del Colegio Cardenalicio.
Durante el cónclave, es corresponsable, junto con el sustituto de la Secretaría de Estado, de garantizar la seguridad y la incomunicación del recinto. Le corresponde verificar que la Capilla Sixtina y sus áreas adyacentes estén libres de cualquier medio de comunicación con el exterior. Concluido el cónclave, redacta un informe sobre el resultado de cada escrutinio, el cual se entrega sellado al nuevo pontífice para su archivo.
Una figura que ha cambiado con el tiempo
Las funciones del camarlengo han evolucionado considerablemente a lo largo de la historia. En tiempos pasados, se le atribuía el rito de certificar la muerte del papa golpeando suavemente su frente con un martillo de plata y pronunciando su nombre en voz alta. También era responsable de destruir el anillo del Pescador, símbolo del pontificado.
Sin embargo, la reforma introducida por Pablo VI en la Constitución Romano Pontifici Eligendo (1975) redefinió y limitó sus funciones, centrando su papel en la gestión administrativa y patrimonial durante la vacante. Esta línea fue reforzada por Universi Dominici Gregis de Juan Pablo II (1996), que prohibió expresamente cualquier decisión que no fuese de mantenimiento administrativo. Desde entonces, la certificación de la muerte del pontífice se realiza mediante procedimientos médicos, y no con el antiguo ritual.
Durante el período de sede vacante, el camarlengo también preside ciertos actos litúrgicos, como la procesión del féretro del papa hacia la basílica para el homenaje de los fieles y el sepelio tras la misa exequial. Si bien ya no ejerce funciones de poder como en el pasado, sigue siendo una figura clave en el delicado período de transición entre pontificados, garantizando la estabilidad institucional y económica del Vaticano.