24 de noviembre de 2024

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Los 6 errores en el caso Vanessa Guillén: qué falló en la base militar Fort Hood de Texas

HOUSTON, Texas. – Vanessa Guillén salió de la armería para comprobar el número de serie de un arma en el depósito situado en el sótano. Dejó sus llaves, su identificación y su billetera. Creyó que volvería a la sala de armas en cinco minutos pero nunca volvió a su puesto de trabajo. La soldado latina, de 20 años, se desvaneció ese 22 de abril de 2020 en la base militar de Fort Hood, Texas.

Su desaparición se hizo viral, causó protestas, indignó a legisladores, levantó cientos de denuncias de acoso sexual en el Ejército y puso contra las cuerdas a Fort Hood y al Pentágono. Fueron las primeras reacciones ante la desaparición y asesinato de una joven prometedora en unas circunstancias que nunca se han aclarado del todo.

La muerte de Vanessa Guillén, de la que se cumple un año este jueves, ha destapado múltiples errores en la investigación y en la prevención de crímenes similares en una de las mayores bases militares del país.

  • Los oficiales de Fort Hood que se hicieron cargo del caso no marcaron como sospechoso a Aaron Robinson, la última persona que vio con vida a Vanessa Guillén: no lo detuvieron, ni le interrogaron debidamente, ni le incautaron el celular. Poco más de dos meses después, cuando el foco de la investigación por fin giró hacia él y su novia lo acusó de haber matado a Guillén, Robinson huyó y en el intento de su detención se quitó la vida.
  • La unidad criminal a cargo de la investigación destinó a agentes que no estaban preparados y tardó un mes en acceder a los datos del celular de Robinson, que resultó ser la principal pista que condujo al hallazgo de los restos de la soldado.
  • El liderazgo militar subestimó la desaparición durante días, aunque es sabido que las primeras horas de una desaparición son cruciales, como señala Chris Swecker, el líder de un comité independiente que investigó lo ocurrido: “Las primeras 48 horas son muy importantes: es cuando desarrollas tus pistas, estableces un sospechoso si es posible, te enfocas en el lugar que con más probabilidad te dará resultados”.
  • El programa de atención a las víctimas de violencia sexual, SHARP por su sigla en inglés, que puso en marcha el Ejército en 2008, llevaba años sin funcionar en Fort Hood. “El liderazgo adoptó una filosofía de ‘aquí no pasa nada”, describe el comité independiente. Cuando murió Vanessa Guillén, había más de 1,000 casos activos de agresión sexual en la base.

“Nadie de nosotros esperaba lo que nos encontramos ahí”, dijo a Noticias Telemundo Investiga la capitana retirada Queta Rodríguez, miembro del mismo comité de investigadores independientes.

Las autoridades ahora dan por hecho que el culpable del asesinato fue Aaron Robinson, pero el crimen también destapó varios errores que afectaron al caso:Lanzan una plataforma para promover el teletrabajo en el doblaje

  1. Una reacción inicial con errores y contradicciones

Todo ocurrió en cuestión de una hora, según un reporte interno del Ejército al que tuvo acceso Noticias Telemundo Investiga. Vanessa Guillén estaba a cargo ese día de etiquetar armas. A las 10:15 de la mañana, la soldado avisó de que iba a chequear un número de serie de un arma en un depósito situado a dos minutos de su puesto de trabajo, y dejó allí las llaves del carro, la llave del apartamento, la tarjeta de acceso y la billetera. En el depósito se iba a encontrar con Aaron Robinson, un soldado de su unidad. A las 10:23 envió un mensaje de texto a su superior con el número de serie. Su misión quedó cumplida, pero ella nunca volvió.

El soldado que seguía en la sala de armas donde trabajaba Vanessa entendió que iba a volver en cuestión de minutos, pero no lo hizo. Según su declaración al Ejército, envió mensajes de texto a la soldado alrededor del mediodía: “¿Quieres acabar mañana? Necesito cerrar la sala de armas”, pero ella nunca respondió. También avisó al sargento responsable, fueron al depósito de armas adonde Vanessa Guillén se había dirigido, pero lo encontraron cerrado con llave y se marcharon del área. Guillén había dejado en la armería todas sus pertenencias, salvo el celular, y su automóvil seguía aparcado en el estacionamiento.

Pese a todo ello, un grupo de cinco investigadores independientes, que el Pentágono nombró en verano de 2020 para analizar qué falló en la base, dice que Fort Hood no hizo saltar las alarmas cuando tocaba.

Los testimonios internos recogidos por el propio Ejército no citan ninguna acción hasta las 9:00 pm. A esa hora, el sargento responsable de Vanessa Guillén empezó a hacer llamadas y a buscarla, junto con otros soldados, hasta las 3:00 am, según un documento interno que revisó Noticias Telemundo Investiga.

Sin embargo, pese a la súbita desaparición de Guillén sobre las 10:30 am del miércoles 22 de abril, la policía militar de Fort Hood descartó abrir una investigación esa primera jornada. “Concluyeron que ella no estaba en ningún peligro que se supiera”, según descubrieron meses después los investigadores independientes. La base tampoco emitió un aviso a las agencias locales de la policía para que estuvieran alerta.

La familia, entretanto, no lograba saber nada de Vanessa Guillén, algo totalmente inusual en el núcleo familiar, que siempre estaba en comunicación. Su hermana Mayra viajó a Fort Hood esa misma noche para averiguar qué pasaba. El Ejército, según ella, le impidió el acceso a la base cuando llegó de madrugada.

La policía militar no abrió la investigación hasta la mañana siguiente. Más tarde aún, se sumó la división de investigaciones criminales, la CID, a cargo de las desapariciones y las muertes en la base. El 24 de abril avisaron al FBI y ese mismo día, a las 11:42 pm, introdujeron el nombre de Vanessa Guillén en la base de datos nacional del Centro Nacional de Información del Crimen (NCIC, en inglés).

Habían pasado 62 horas desde que Guillén no volvió a su lugar de trabajo.

“Está en claro que ninguno de estos pasos hubiera salvado la vida de la especialista Guillén. Sin embargo, dichos pasos pueden significar la diferencia entre la vida y la muerte en casos futuros”, concluyó la comisión independiente.

Efectivamente, era demasiado tarde. La investigación interna que se llevó a cabo meses después estableció que Vanessa Guillén murió a las 11:00 am en Fort Hood.

La hipótesis principal apunta a que el soldado Aaron Robinson movió el cuerpo primero a un almacén, durante el día, y luego a su auto al final de la tarde. Según el reporte independiente, Robinson firmó el registro de salida de su lugar de trabajo solo, aunque el protocolo obligaba a que un superior estuviera con él y verificar que todo estuviera bien al acabar su jornada. Robinson cerró el sótano con llave. Ese día nadie volvió a entrar al depósito y los superiores de Vanessa Guillén, conscientes de la desaparición, tampoco lo revisaron, según se desprende del documento interno.

La familia afirma que, en esos primeros días, buscó a la soldado sin ayuda formal del Ejército, solo con “tres amigas de Vanessa”. El Ejército lo desmiente y dice que se involucró en buscarla desde el principio.

La CID asumió el liderazgo en la investigación del caso.

  1.  Un grupo de aprendices se encarga de la investigación

Tres semanas después de la desaparición, el investigador Tim Miller llegó a Fort Hood. Desde que su hija desapareció en 1994 en el oeste de Texas, Miller ha dedicado casi tres décadas a coordinar búsquedas de desaparecidos por todo el país con su equipo de rastreadores, EquuSearch. El caso Guillén tomó revuelo nacional y este texano envió todos sus recursos disponibles para buscarla en el área de Killeen, Texas, donde se encuentra la base militar.

“Cuando llegamos, el Ejército había tirado la toalla”, dice a Noticias Telemundo Investiga. Considera que los agentes no habían dado los pasos básicos en el rastreo de una persona desaparecida. “Recuerdo la primera vez que fuimos a la base y nos reunimos. Era bastante obvio que no nos querían allí”.

Miller asegura que la CID no les compartía información para avanzar en la búsqueda: “En ese momento sabían más cosas de las que decían. Y no estaban proveyendo esa información”.

De los 63 agentes alistados en la unidad de investigación criminal de Fort Hood, 58 eran aprendices. Son los últimos datos disponibles, del año fiscal 2019, y revelan que la gran mayoría de soldados sólo habían recibido una formación específica de cuatro meses.

Dada su falta de experiencia, carecían de la autorización que se exige para realizar una investigación criminal en solitario. Pese a eso, durante los primeros días, los agentes trabajaron en el caso Guillén de manera individual.

“Uno de nuestros mayores problemas es que los investigadores son inexpertos y que, con frecuencia, les apartan de las asignaciones rápidamente”, dice Don Christensen, un coronel retirado que trabajó de fiscal jefe de la fuerza militar aérea y también de juez militar. Ahora dirige una organización, Protect Our Defenders, que aboga por las víctimas de violencia sexual en el Ejército.

Christensen dice que, con tres décadas en las fuerzas militares a sus espaldas, no le sorprendió una de las grandes flaquezas de la investigación del caso Vanessa Guillén: los problemas de la CID.

El comité independiente que entró a investigar a Fort Hood, liderado por el exagente del FBI Chris Swecker, reveló que “delitos graves cometidos dentro y fuera de Fort Hood no fueron identificados ni atendidos”. Y detectaron múltiples problemas en la investigación del caso Guillén desde el primer día.

Desde el inicio, los agentes hicieron “entrevistas breves y disparejas a personas clave”, concluyó el comité. No indicaban si las entrevistas eran presenciales o por teléfono; no recolectaban datos de contacto de los testigos; ni reunían detalles relevantes, ni pedían bocetos para obtener pistas geográficas. Tampoco hubo un agente que tomara las riendas del caso Guillén, con una visión panorámica del dossier. Los investigadores aseguran que los agentes lo hicieron de “manera mecánica”, como quien tacha una lista de pendientes. En esa lista estuvo Aaron Robinson.

En el segundo día de la investigación, el 24 de abril, aparece ese nombre clave. Un agente del CID supo que Vanessa Guillén había salido de su lugar de trabajo para encontrarse en el sótano de la armería con Aaron Robinson.

Ese mismo día, otro agente del CID supo que Vanessa Guillén había enviado un mensaje de texto a Robinson la misma mañana que desapareció, a las 10:18 am.

Un tercer agente se reunió con Robinson. Los investigadores del comité independiente dicen que esa entrevista fue “corta, superficial y carecía de detalles importantes”. Aseguran que el agente no dejó claro si intentó verificar el teléfono de Robinson, tampoco si tomó pruebas de ese mensaje de texto tan revelador, ni si intentó requisar el aparato como prueba de la investigación. No fue requisado; Robinson conservó su celular.

Esa misma noche, un cuarto agente llamó a Robinson. El soldado describió su supuesta interacción con Vanessa Guillén la mañana en la que desapareció, pero sin recabar muchos detalles.

Nadie pareció unir la información recabada por los cuatro agentes.

En paralelo, según los investigadores independientes, “la CID aparentemente creyó por completo la información presentada por tres suboficiales entrevistados, que declararon que vieron a Guillén salir del área del depósito de armas a la 1:30 pm el 22 de abril de 2020 y caminar en dirección al estacionamiento del cuartel. Ninguno de los suboficiales pertenecía a la unidad de Guillén y tampoco la conocían personalmente. Presentaron descripciones contradictorias de su vestimenta, y aparentemente no les solicitaron más detalles, ni tampoco fueron entrevistados de nuevo hasta mucho tiempo después”.

Las contradicciones e imprecisiones en esos relatos, en los que tres militares aseguraban haber visto a Guillén mientras fumaban, hicieron desconfiar a los investigadores independientes. Fort Hood no dio detalles de quiénes son los testigos del caso porque está pendiente de juicio.

  1.  Robinson nunca fue detenido

Pese a la lista de indicios, y a que fue el último contacto de la soldado, la unidad de investigación criminal no indagó en Robinson ni le requisó sus pertenencias, que podían dar claves del caso, especialmente su teléfono móvil, destacó el comité independiente.

Más de dos meses después de la desaparición, la declaración jurada del agente del FBI encargado del caso reveló las inconsistencias y las lagunas de esos primeros pasos de la investigación. Según el documento, Robinson mató a Guillén en el depósito de armas y sacó su cuerpo en una caja que cargó en su carro. Hubo dos testigos que lo vieron irse manejando, aunque no fueron entrevistados hasta un mes después del asesinato.

“Robinson era el sospechoso obvio desde muy al principio. Debería haber sido objeto de una intensa investigación”, analiza ahora Chris Swecker, líder del grupo independiente de investigación. En lugar de centrarse en eso, los agentes siguieron los pasos hacia donde creían que se había ido Vanessa.

Robinson siguió con su vida de soldado de Fort Hood.

A Tim Miller, que durante semanas coordinó la búsqueda civil de Vanessa Guillén, le llamó algo especialmente la atención: que no se hubieran rastreado los datos del celular de Robinson desde las primeras horas. Minutos antes de desvanecerse de la base, Vanessa Guillén le envió un mensaje a Robinson. El FBI descubrió ese dato en las primeras 48 horas y lo compartió con la CID.

Sin embargo, no es hasta el 19 de mayo, casi un mes después de la desaparición, cuando los agentes acceden al teléfono de Robinson, según se lee en la declaración jurada del FBI. Ese paso condujo a elementos clave, como la implicación de su novia, Cecily Aguilar, o las múltiples visitas de la pareja a la cuenca del río León, a más de media hora de Fort Hood. Es un lugar escondido y remoto, de difícil acceso y vegetación abundante.

Robinson nunca estuvo detenido, según dijo una portavoz de Fort Hood a Noticias Telemundo Investiga. “No estaba bajo ninguna forma de detención. La unidad proveyó un escolta sin armas para vigilarlo. Robinson se encontraba en restricción de movimientos debido a los protocolos para mitigar el COVID-19”, escribió en un email la mayor Gabby Thompson.

La noche del 30 de junio, el soldado se encontraba en una sala de reuniones de Fort Hood.

Horas antes, las autoridades habían encontrado restos humanos a la orilla del río León. Los voluntarios de Tim Miller detectaron zonas de tierra quemada cubiertas con una substancia similar al hormigón. Esa pista llevó al hallazgo de los restos humanos, desmembrados y repartidos en varios agujeros que desprendían un olor a descomposición. Era el mismo lugar donde, según indicaban sus celulares, habían estado Robinson y su novia la madrugada de la desaparición de Guillén y dos noches posteriores.

En la noche del 30 de junio, a las 8:30 y tras protegerlo en los días previos, Cecily Aguilar acusó a su pareja, Aaron Robinson, de haber matado a Vanessa Guillén con un martillo en el depósito de armas y luego haberla desplazado en una caja hasta el río León. Confesó haber colaborado en ese traslado. También juntos, desmembraron el cuerpo, intentaron quemarlo sin éxito y lo enterraron en varias partes de la orilla del río.

Mientras Aguilar desvelaba los detalles del crimen, el especialista Robinson abandonó Fort Hood con su propio vehículo, según dijo la base a Noticias Telemundo Investiga. Los oficiales del Ejército creen que Robinson leyó las noticias en su celular y se dio cuenta de que el cerco se cerraba sobre él. La instalación militar no especificó cómo Robinson logró salir de la sala de juntas y marcharse. El escolta dio una señal de alarma que inició la persecución del soldado por las calles de Killeen.

Cuando la policía de Killeen logró detener su carro, el sospechoso se disparó y murió. Las autoridades no revelaron cómo consiguió el arma, pero la mayor Donna Martin dijo a la cadena ABC que “no era un arma del Gobierno, así que no la sacó de la sala de armas”. La ciudad de Killeen se negó a hacer públicas las cámaras corporales del intento fallido de arresto que terminó en el suicidio de Robinson.

Días después del hallazgo en el río, las autoridades confirmaron que los restos eran de Vanessa Guillén. Según un documento militar al que tuvo acceso Noticias Telemundo Investiga, el juez de paz del condado de Bell certificó que la muerte de la joven latina se produjo por una contusión que le causó fracturas en el cráneo. La autopsia definitiva, sin embargo, no pudo determinar la causa debido al mal estado de los restos.

  1.  Sin imágenes ni chequeos de seguridad

Hubo dos momentos cruciales en que Robinson salió de la base militar: el 22 de abril, cerca de la hora del fin de la jornada laboral, con una caja que contenía el cuerpo de Vanessa Guillén, y el 30 de junio, de noche, huyendo de la base y aparentemente armado.

Se calcula que hay 1.6 millones de entradas y salidas de vehículos al mes en Fort Hood. Hay múltiples puertas de salida, pero la base prefiere no decir cuántas por razones de seguridad. Cuando uno maneja, va circulando por las calles de la base, hasta que se dirige a la salida y de repente se encuentra en una autopista de Killeen, Texas. No hay una garita ni un punto de control.

La veterana Queta Rodríguez asegura que eso es lo habitual en la mayoría de las instalaciones militares. Lo extraño para ella, sin embargo, es que en Fort Hood no hubiera cámaras en las armerías, los edificios de apartamentos y los estacionamientos. Eso fue clave en el caso Vanessa Guillén.

Ni la armería donde se produjo el asesinato, ni el estacionamiento donde cargó el cuerpo, tenían videovigilancia.

El líder del comité independiente, Chris Swecker, cree que debería haber cámaras en las armerías y en cada salida de Fort Hood. Los investigadores encontraron videovigilancia en los accesos, pero sirvió de poco: “Estaban enfocadas en la gente que entraba, no tanto en la que salía. Y el foco en la gente que entraba, era con un ángulo y una visibilidad pobres. Hubiera ayudado tener video, buen video, en cada puerta de la base. Hubieran visto a Robinson marcharse en su carro de noche”.

Preguntado por Noticias Telemundo Investiga, el general mayor John Richardson, máximo responsable actualmente de la base, dijo que en las armerías “no tenemos cámaras de vigilancia, pero sí sistemas de vigilancia”. Se refiere a la comprobación de antecedentes, el código de acceso a la sala, las alarmas y los inventarios que se hacen a diario, que el soldado encargado debe hacer junto a un compañero.

Eso no pasó el día de la desaparición de Vanessa Guillén, ya que todas las evidencias indican que Robinson estaba allí solo, a cargo del sótano.

  1.  Con miedo a reportar el acoso sexual

Vanessa y su hermana más pequeña, Lupe, eran muy cercanas. Habían trabajado desde niñas vendiendo dulces y comida mexicana en un mercado de pulgas de Houston. Todos los clientes querían que Vanessa les sirviera la mazorca de maíz por su simpatía y rapidez. Ya alistada en el Ejército, cuando la mayor llegaba los fines de semana de Fort Hood, intentaban aprovechar esas 48 horas. Conducían juntas, escuchaban música latina en la emisora 106.5 y jugaban al fútbol. Vanessa a menudo se mofaba de sí misma y a veces tan solo ella entendía sus propias bromas. Pero Lupe dice que la risa de su hermana mayor era tan contagiosa que igual todos se reían.

Vanessa y Lupe son dos de los seis hijos de un matrimonio de inmigrantes mexicanos, sin documentos. Nacidas en el este de Houston, soñaban con ser la generación que lograra prosperar. Vanessa esperaba que, gracias a su paso por el Ejército, la institución pagara sus estudios universitarios.

Algo cambió en los meses antes de su desaparición. Un viernes por la tarde, al llegar de la base militar, Vanessa estaba llorando, botó su bolsa, estampó su cabeza contra la almohada y cerró la puerta de su habitación. La mañana siguiente, Lupe le preguntó qué pasaba. “Me dijo ‘no lo vas a entender porque eres demasiado joven”, recuerda. La hermana adolescente le insistió. “No me gusta ahí, es todo asqueroso”. No le quiso decir más. Lupe vio cómo su hermana se fue “deprimiendo, oscureciendo”. Explica que le preocupaba que tomara bebidas energéticas en exceso y se torturara durante horas en el gimnasio.

La madre, Gloria, logró que le contara más. Así lo recuerda:

– Dijo: “Mami, no quiero que te vayas a poner malita ni nada. Ni te alteres, porque no ha pasado nada”. “¿Qué?”. Dijo: “Mami, a mí me está acosando un sargento”. Y dije: “¿Acosando de qué forma?”. Dijo: “Mami, ¿cómo te digo?”. Dime. “Pues sexualmente”, con sus lagrimitas, así, con su voz bajita. Dije: “Ah, no. ¿Ya denunció usted a ese miserable? ¿Ya puso denuncia?”.

Gloria dice que la hija no quería denunciar de ningún modo. Para ella, eso sólo significaba hostigamiento, burlas y el final de su carrera militar. La reacción de Vanessa Guillén no era aislada.

Fort Hood era una base militar con múltiples alertas rojas sobre violencia sexual y lo más común entre las víctimas era simplemente callar.

La denuncia de esta familia mexicana fue la mecha del movimiento #IAmVanessaGuillen que fue sumando consecuencias durante todo 2020, especialmente en el seno del Ejército. El reporte de 152 páginas que elaboró el comité de investigadores independientes es un duro golpe a la institución.

Recorrieron la base durante más de dos semanas. Por las noches, los cinco investigadores se reunían en el hotel para poner en común las indagaciones. “Nadie de nosotros esperaba lo que nos encontramos. Todos nosotros sentíamos el shock y la decepción en todo lo que el equipo iba reuniendo”, recuerda Queta Rodríguez, la única latina en el grupo.

Rodríguez se enfocó más en el acoso y abuso sexual en la base. El equipo realizó 1,817 encuestas a soldados y 674 entrevistas individuales, incluidas las más de 500 mujeres que conformaban la unidad de Vanessa Guillén. “Las víctimas sentían que iban a ser culpadas por la denuncia y que no verían una consecuencia contra el individuo que lo había perpetrado”, dice la capitana retirada.

El equipo concluyó que denunciar en Fort Hood tenía consecuencias inevitables para la mayoría de las víctimas, como “el rechazo y el escarnio, el maltrato y daños indelebles a su carrera profesional”. Desde rebajarles sus responsabilidades con las tareas más tediosas, hasta darles cargas de trabajo inasumibles. “Muchas (víctimas) se han retirado del Ejército o piensan hacerlo con la mayor brevedad posible”, dice el reporte.

Las denuncias de los investigadores apuntaron directamente a los líderes de Fort Hood y a su repetida falta de respuestas. Hubo banderas rojas desde 2014. La instalación militar era marcada cada año como un lugar peligroso en términos de acoso sexual, pero se hizo caso omiso a las evidencias expuestas en reportes y encuestas internas del Ejército.

Fort Hood era la instalación militar de mayor riesgo para una mujer soldado. Ese peligro se marcó en 5 sobre 5, y la incidencia de crímenes sexuales violentos se encontraba un 43% por encima de la media del Ejército. Y esos datos preocupantes parecían ser sólo la punta del iceberg. Los investigadores calculan que, en Fort Hood, únicamente se reporta el 25% de los acosos sexuales y el 20% de los abusos.

Además, en un reporte del Ejército de 2018, se perfiló a las víctimas más probables de esta lacra: soldados mujeres de entre 17 y 24 años, recién ingresadas al cuerpo, instaladas cerca de la base, y acosadas por un militar cercano a la víctima.

El prototipo encaja con Vanessa Guillén: una mujer de 20 años, con cerca de un año en el cuerpo, instalada en la propia base texana y acosada por al menos un militar que ella conocía, según el relato de su familia.

El programa de respuesta y prevención del acoso y abuso sexual del Ejército (SHARP) en Fort Hood y, específicamente en la unidad de Vanessa Guillén, recibió una pésima evaluación por parte de los investigadores. Concluyeron que casi nadie se lo tomaba en serio, y ayudaban poco a las víctimas.

“Definitivamente hubo fallas con algunas de las personas que habían sido asignadas al programa”, describe Rodríguez. El reporte indica que numerosos soldados del Tercer Regimiento de Caballería, del que formaba parte Vanessa Guillén, desconfiaban de un defensor de víctimas. Incluso había sido denunciado como perpetrador.

La sala destinada a la unidad de SHARP para la división de Vanessa Guillén era un espacio minúsculo, sin ventanas, ni teléfono, ni acceso a internet. La mayoría del personal tenía que usar su propio teléfono para hablar con las víctimas, su carro privado para atenderlas, e incurrían en gastos de su propio bolsillo. El investigador Chris Swecker definió la unidad como “un armario de escobas”.

“Tenían un horario de oficina, así que si un soldado quería presentar una denuncia durante esas horas, debía excusarse y pedir permiso a su comandante para salir a hacerlo. ‘Oh, OK, ¿dónde vas?’ ‘Voy a presentar una queja a SHARP’. Y claro, se acababa sabiendo”, lamentó Swecker.

En su visita a Fort Hood, Noticias Telemundo Investiga intentó acceder al edificio donde se ubica SHARP, pero un superior no lo permitió.

Pese al testimonio de la madre Guillén, el Ejército ha negado durante meses que Vanessa Guillén fuera acosada sexualmente antes de desaparecer.

Pese a la negación de acoso en el caso Guillén, buena parte de las acciones emprendidas después fueron encaminadas a mejorar ese asunto. En su página web, Fort Hood dice que una investigación interna llamada 15-6 deberá ser la que determine eso, aunque un año después todavía no se ha entregado a los legisladores que la esperan.

En Fort Hood, con un promedio anual de 34,000 soldados, hasta 43 militares trabajan para SHARP, aunque esta tarea es un complemento a sus funciones diarias.

Guillén y Robinson formaban parte de la misma unidad, el Tercer Regimiento de Caballería, conformado por unos 4,000 miembros activos.

Seis días antes del primer aniversario de la muerte de Vanessa Guillén, el Pentágono organizó una llamada con periodistas que cubrieron el caso. Varios oficiales explicaron que el programa SHARP está siendo rediseñado: ahora, las víctimas ya no deben reportar la violencia sexual a sus compañeros de unidad o a sus superiores, sino que contactan con terceras personas dentro del Ejército. Eso debería evitar que las víctimas sean señaladas o identificadas como denunciantes durante sus tareas cotidianas.

  1.  Vanessa (y otros desaparecidos) no eran desertores

Cuando Vanessa Guillén desapareció, la soldado fue clasificada como ausente sin permiso (AWOL por su sigla en inglés), una fórmula común en el Ejército para referirse a militares que abandonan sus funciones y la base sin avisar. Es el paso previo para considerarlos desertores. La investigación independiente reveló que la CID no notificó a la unidad de Vanessa que modificara la clasificación de Guillén como AWOL, pese a las numerosas evidencias de que no se trataba de una partida voluntaria.

Por ejemplo, según el reporte, la soldado dejó la mayoría de las pertenencias en su lugar de trabajo; su coche permaneció en el estacionamiento de una base donde el auto es esencial para moverse, y su tarjeta de crédito y cuentas bancarias dejaron de registrar cualquier tipo de actividad. El último pago de Guillén se produjo en la mañana, antes de ir a trabajar a la armería, según dijo su madre. Vanessa fue a comprar al restaurante Chick-fil-A su último desayuno.

La policía militar tardó casi tres días en introducir a Vanessa Guillén en una base de datos en la que se reportan desaparecidos a escala nacional.

El Ejército insiste en que sí lo consideró una desaparición, y subraya que el 25 de abril publicó una nota de prensa buscando pistas sobre el paradero de Guillén; el 27 de abril un comunicado ofreciendo una recompensa de 15,000 dólares para pistas que revelaran el lugar; y el 15 de junio elevó esa cifra hasta los 25,000 dólares. Pero la categoría de AWOL siguió en su expediente por semanas.

Familiares de otros soldados desaparecidos han insistido por años en que clasificarlos como AWOL perjudicó la resolución de los casos. La policía militar tardaba al menos 24 horas en considerarlos desaparecidos y sólo lo hacían si algún familiar o superior lo reportaba. Los investigadores independientes lamentaron que los esfuerzos de búsqueda variaban según la importancia o la verosimilitud que los líderes militares le dieran a la desaparición. La propia base admitió que muchos líderes no conocían lo suficiente a sus subordinados como para valorar la magnitud de cada caso.

Aunque, en los últimos tres años, la CID tiene registro de haber investigado más de 50 suicidios y 11 homicidios en Fort Hood, tan solo trabajaron en dos desapariciones en cinco años. Pero el caso Guillén fue diferente.

La familia Guillén decidió instalarse en un motel de Killeen hasta que su hija apareciera y empezó a organizar protestas y vigilias delante de la instalación militar. Su perseverancia ayudó a sacar a la luz casos como el de Gregory Wedel-Morales.

Este soldado de 23 años desapareció en agosto de 2019 de Fort Hood y, según su madre, Kimberly Wedel, lo clasificaron como AWOL y no destinaron recursos ni tiempo a buscarlo. La mamá contó a Noticias Telemundo Investiga que el Ejército no ofreció una recompensa en el caso de su hijo hasta nueve meses después de la desaparición, cuando Wedel envió un email preguntando por qué se ofrecía dinero por pistas sobre Vanessa Guillén pero no sobre su hijo.

El cuerpo de Gregory Wedel-Morales fue encontrado en Killeen, Texas, a finales de junio de 2020, cuando a quien se buscaba era a Vanessa Guillén.

“Nuestros militares intentan proteger nuestro país, pero no saben cómo buscar a los desaparecidos”, dice Tim Miller, con casi 1,900 búsquedas de desaparecidos a sus espaldas.

El caso Guillén también provocó un cambio de liderazgo en Fort Hood. A finales de noviembre de 2020, el nuevo mayor general a cargo, John Richardson, dijo a Noticias Telemundo Investiga que “hemos revisado nuestros protocolos y políticas” sobre los soldados que desaparecen.

“En casos similares como el de la especialista Guillén, el soldado no está presente, pero no hay ninguna razón para pensar que se marchó intencionadamente. Y hasta que probemos que partieron intencionadamente, continuaremos buscándolos. Esto es realmente un nuevo y renovado esfuerzo de la cadena de comando para asegurarnos de que nuestros soldados están bien incluso si no están aquí”, dijo Richardson.

Con Aaron Robinson muerto, su novia Cecily Aguilar sigue detenida y esperando un juicio que se posterga. La acusan de encubrir al asesino y ayudarlo a destruir las pruebas.

En diciembre de 2020, el Pentágono anunció que hasta 14 oficiales de Fort Hood fueron suspendidos o despedidos como resultado de la investigación independiente sobre los fallos en la base.

En abril de 2021, seis días antes del primer año de la desaparición de Guillén, la institución dijo que ya se han realizado mejoras en los sistemas de reporte de abuso y acoso sexual del programa SHARP. Los funcionarios también informaron que se está rediseñando la manera en que trabajan las divisiones de investigación criminal, CID.

Esta semana, dos hermanas de Vanessa Guillén le rindieron homenaje en una de las puertas de la base de Fort Hood, que ahora recibe el nombre de la soldado. Quieren que todos los que pasen por allí recuerden a Vanessa y, si están sufriendo acoso, que encuentren en ese nombre la valentía para dar el paso y denunciar.

Lupe, la hermana menor, dijo que no creía en los cambios anunciados por el Pentágono: “La gente todavía no confía en la cadena de mando (…) Esto no se puede resolver con una presentación de powerpoint o una conversación”.

“Eso no es justicia”, afirmó la adolescente. “La cadena de mando de mi hermana debería también ser investigada. Es imposible que alguien haga eso en cuarenta minutos por sí mismo. Es imposible que nadie supiera del acoso sexual. Es imposible que nadie escuchara nada el 22 de abril cuando Robinson cometió el crimen”.

Su hermana Mayra exclamó: “Hasta hoy sigue la misma pregunta: ¿por qué asesinaron a mi hermana de esa manera?”.